| Encuentro 010 con Covadonga González-Pola | Especial Féminas 2019 |
| 21 de marzo | |
| Encuentro 010 | Entrevista realizada por Pily Barba | Indice de encuentros | |
ARDIENDO A 113 FARENHEIT ¿Por qué morir? ¿Por qué hacerlo sabiendo que, aquello a lo que tanto odiaba, lo estaba deseando?… Entonces, Peter siguió gritando; rompiéndose la garganta por entre la pastosa toxicidad que flotaba en el asfixiante aire del cuarto, privado de oxígeno. Ya negro, ya oscuro, pero…, ¡sí!, ¡ahí estaba! ¡Todavía podía verlo! Y aquello lo miraba. En realidad, jamás nunca había dejado de hacerlo. Y Peter sabía que, tras del irisado carey de esas fingidamente inanimadas pupilas, se abrían dos insondables abismos de malignidad incontable. Una malignidad que recubría la totalidad del polietileno naranja con el que se revestían las maniqueas entrañas del pequeño hombre del fuego, de no más de veinte centímetros de alzada: enjuto y demacrado como un viejo calcetín, de testuz encubierta por un sombrero amelonado —con la divisa del arrebol pintado de una llama— y abrupta sonrisa ladina (…) |
COHERENTE CON LA CIENCIA ESTUDIADA Hay cosas que amargan desde el mismo momento en que te las comunican. Cuando avisaron a Patricia de que tenía que llevar el pedido de amoxicilina a la farmacia de don Pedro, ella sintió un chaparrón cerrado sobre su, por lo general, nublado ánimo. Aunque solo pilotaba un pequeño ciclomotor, el hecho de meterse por el casco histórico a esas horas suponía esquivar todo el tráfico de entrada a la ciudad, amortiguar en el maltrecho trasero los diversos socavones de las enésimas obras de pavimentación y, por último, dejar candada la moto en alguna de las nuevas farolas imitación de las antiguas y rogar porque en ese intervalo no pasase ningún agente de la Policía Local, ejemplos ellos de feroces guardianes del correcto cumplimiento de la normativa municipal del mantenimiento del mobiliario urbano. Pero Patricia estaba pagando autónomos, el alquiler del semi—inhabitable apartamento que únicamente se podía permitir y el pufo que le había dejado su exnovio (resaltar el prefijo «ex») con aquella idea tan genial del negocio común, posteriormente revelado como ruinoso, así que se limitó a bufar y, tras guardar las cajas del medicamento, salió disparada hacia allí. |
COMPRAR TIEMPO —¿Me pondrías un tarrito de tiempo? —preguntó la joven con timidez. Era la primera vez que visitaba una tienda de sortilegios de hadas—. Vivo enterrada en obligaciones: el trabajo, los estudios, la casa… No necesito mucho. Tan solo un par de ratitos para ser yo misma. El hada la observó con interés. —¿Tiempo…? —inquirió. —¡Oh! Puedo pagarlo —se apresuró a asegurar la muchacha—. Tengo dinero. (…) |
CUMBERLAND «En Cumberland se está por inaugurar la última extensión del Florida East Coast Railway: Key West-La Habana. »El barón Henry Flager organizará festejos en plena época de huracanes, para mostrarle al mundo la eficiencia de su tecnología ferroviaria. »La compañía ofrece servicio gratis a todos los habitantes que se animen a atravesar el mar Caribe sobre los puentes recientemente construidos. El festejo tendrá lugar en La Habana el dos de setiembre», leyó el barón Henry Flager en el Cumberland Herald, y se sintió orgulloso. |
EL ANIMAL —Vean, vean la bestia que ocupó el cuerpo de esta inocente joven durante los primeros quince años de su vida. Sus formas blandas esconden la ferocidad de una alimaña hambrienta. Si acercan un dedo a su boca, ¡zas!, se lo arrancará de cuajo. Ocultos entre los pliegues de carne están sus dientes feroces, dientes que producen el más atroz de los dolores cuando se clavan en la piel. Serían capaces de partir por la mitad el brazo de un leñador. Solo el líquido elemento la mantiene a raya. ¡Fuera del agua no podría sobrevivir ni un segundo! ¡Acérquense, echen una ojeada a la bestia, pero, por lo que más quieran, mantengan las manos en los bolsillos! |
EL ESCARABAJO VOLTEADO La mujer tomó el camino que atravesaba el parque del condominio donde vivía; con las manos en los bolsillos de su sobretodo desabotonado, caminaba con paso firme pero no demasiado aprisa para disfrutar de aquella noche fresca de finales de la primavera. Sonreía complacida, mientras la brisa le acariciaba el rostro y jugaba con su cabello; sumida a medias en sus pensamientos, le prestaba también atención al entorno: la silueta sombría de los altos edificios, los vehículos aéreos que iban y venían por encima, y por detrás de la ciudad, a la distancia, la superficie del mar. Lo vio por el rabillo del ojo; un pequeño punto, oscuro y vacilante. Siguió de largo, pero luego de un momento le remordió la conciencia y volvió sobre sus pasos. (…) |
EL ÚLTIMO PASEO Recuerdo que aquella primavera tardó en llegar. La brisa del invierno se alargó bien entrado el mes de mayo y las lluvias no terminaban de aflojar. Nubes negras cubrían un cielo creando en ocasiones un ambiente más bochornoso que frío, pero siempre inoportuno para la fecha en la que estábamos. Así que el entretiempo surgió de repente. Como una bomba estallaron los botones de las flores del jardín, los frutales se tiñeron de color y la pradera empezó a rebrotar. Luego, el calor secó la humedad de la tierra. Fue entonces cuando al fin pude retomar mis ansiados paseos. |
EL VINO DE NARBOG A veces echo de menos sus ojos, cálidos y expresivos, oscuros como el vino de Narbog. Ojos que me miraron con miedo y con respeto, preguntándose por qué yo continuaba en pie y él no. Tocó mi piel con sus dedos ásperos y sintió la fiebre recorriendo mi cuerpo; las marcas de la enfermedad que nos corroía no eran ronchas secas en mi piel sino pústulas vivas, tan supurantes como las suyas. Y no lo comprendió. No, no lo comprendió. Deliraba, con ese delirio que te deja abrir los ojos aunque no puedes entender nada de lo que sucede a tu alrededor. (…) |
FECHA DE CADUCIDAD Erik se levantó antes de que sonara la alarma en su móvil con la hora programada. Era tan constante en sus rutinas diarias que nunca necesitaba que el timbre despertador le sacará de su sueño. Y, aun así, por puro ritual, no desprogramaba aquella función. Miró la pantalla del brazalete de su móvil antes de volver a ponérselo en su muñeca. No fijó su atención en la hora concreta a la que se acababa de levantar. Pero sí atendió, como cada mañana, al contador de sus seguidores en My Life. Solo habían aumentado en tres personas, no suponía un gran número, aunque no dejó que un sentimiento de derrota le invadiera. (…) |
GOODBYE FRANKENSTEIN Mi nombre es Annabella. En otra vida estuve casada con un poeta: la barbarie ante la precisión del universo. Él me llamaba la Princesa de los paralelogramos, pues me interesan los estudios matemáticos. Por eso escribo este diario: para dar fe de que no estoy viviendo una fantasía ya que no soy dada a imaginaciones ni desvaríos. Un día me desperté y aquí estaba, en este lugar desconocido, en una casa realmente deliciosa adecuada a un paisaje de la campiña inglesa. Recuerdo perfectamente mi vida anterior y por lo tanto sé que he muerto y dada mi inteligencia lógica creo saber que esta experiencia que estoy viviendo responde a adelantos científicos de épocas posteriores. |
LAS NOCHES DEL NAUTILUS El uniforme ceñido apenas si disimulaba las formas que se revelaban por salir de su encierro. Toda una dama relegada a unas funciones que ni su doncella personal osaría desempeñar, solo una criada de medio penique la jornada podría hacerlas. Pero tenía que comenzar desde cero. Nadie repara en un grumete que hace bien su trabajo, y se esforzaba porque así fuera. |
RUIDO BLANCO Cuando acepté la comisión que me trajo a este planeta, un cuerpo helado y pequeño, en los límites del espacio cartografiado y sin más interés científico que la investigación de patrones de congelamiento, creí que estaba condenada. Todavía abrigaba aspiraciones de reconocimiento y trascendencia, incluso esas pretensiones de servir a la humanidad que otros podrían considerar pueriles o tan fuera de época. No se trataba de mi primer viaje a la Periferia —ya conocía el aislamiento, el encierro, el trabajo tedioso y las jornadas interminables sin más compañía que los miembros del equipo a mi cargo—, pero sentí que me encaminaba hacia la experiencia más desabrida de toda mi carrera. No podría haber estado más equivocada. |
SARI VUELVE A LA GUERRA Lo observo mientras camina hacia la aldea, con su paso balanceante. Es muy alto y como todos los hombres muy altos y delgados los hombros parecen oscilar cuando andan. Ya no son como fueron, fuertes, el tiempo los ha vencido ya. Aun así, camina con esa gracia suya tan peculiar por el sendero que abrimos a machetazos hace tantos años ya que no consigo recordar. Tiene una brizna de hierba entre los labios a la que da vueltas perezosamente y el destello de sus ojos verdes, casi sepultados entre las arrugas, ha sido lo último que he visto cuando se perdía por la curva. He vuelto a mi trabajo. He refrotado con el paño impregnado de grasa el filo de esta magnífica espada que compré hace tiempo en el mercadillo de Ymir. (…) |