| Artículo | José Carlos Canalda | 31 de octubre |
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LA AVENTURA DE ARCHIE LOWAN Al igual que ocurre con la mayor parte de los escritores menores de las colecciones de bolsilibros de ciencia ficción, Luis Bayarri Lluch, que firmaba con el seudónimo de Archie Lowan, resulta ser un completo desconocido no ya en el ámbito de la literatura popular española de su época, sino incluso dentro de la propia colección Luchadores del Espacio en la que colaboró, pudiéndose reseñar de él tan sólo que era valenciano —como tantos otros escritores de esta colección— y que ya ha fallecido. Dos únicas novelas de ciencia ficción y una del oeste, publicada en la colección hermana Western, son todo su bagaje en Valenciana, la única editorial en la que publicó, lo que no es realmente mucho incluso en una época, la postrera de Luchadores del Espacio, en la que los autores fueron tan numerosos como efímeros. |
| CRÍTICA: literatura | José Jorquera Blanco | 31 de octubre |
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Nos encontramos ante una novela de fantasía que transcurre en la aldea de Tojimbo, en un Japón feudal imbuido de magia, donde los Kaijus (bestias gigantes) conviven con los seres humanos. Su protagonista, Monozuki, es la aprendiz de vidente, cuya función es la de ser el nexo entre los espíritus de la naturaleza y los seres humanos, como garante de que ambas partes respetan el pacto de no explotación de los recursos naturales a cambio de protección contras sus enemigos: los Maestros del Hierro. La apacible vida de sus habitantes se verá alterada con la llegada de un barco de guerra, el cuál trastocará todo a su alrededor y los forzará a tomar bando en una guerra que puede destruirlo todo. |
| Relato terror | Paco Torpeyvago | 31 de octubre |
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CHICALGUL Toni Campobasso deja el libro junto a la baraja y la cerveza, y se echa el sombrero hacia atrás. Va impecable, con su traje de algodón ligero verde claro, camisa blanca y corbata esmeralda. La chaqueta está apoyada en el sillón de mimbre. Mira hacia quien entra por la puerta de enfrente. Elea sale del dormitorio en bragas. Toni, sin moverse apenas de la silla, le pone un güisqui con mucho hielo: —¿Ya se ha ido? Ni siquiera lo he oído salir. —Hace rato. Ha sido un poco soso el chaval. |
| Relato terror | Juan Luis Gomar | 31 de octubre |
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CICLO: EDICIONES MÁS ALLÁ DEL ESPACIO – I: LA VIDA POR VENIR La primera vez que oí hablar de Gustav Meyrink fue el mismo día en que me convencí de que ya había leído aquel relato suyo que me habían encargado traducir. Querían que el título se adaptara como «La vida por venir». No era una traducción inexacta; el alemán esconde conceptos muy precisos, incluso en su abstracción, y aquel título no era capaz de captar el verdadero trasfondo del relato que pusieron en mis manos. «La vida por venir» era demasiado alegre. Evocaba esperanza, optimismo, confianza en algo bueno que nos esperaba a la vuelta de la esquina. Nada de eso había en aquel relato. Nada en absoluto. Fue todo un logro para Editora conseguir los derechos del relato tras una difícil negociación con Kurt Wolff Ediciones. (…) |
| Relato CF | José Carlos Canalda | 31 de octubre |
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INCREDULIDAD En algún lugar de Gondwana, hace 65 millones y pico de años, dos Dino sapiens dialogaban. —¿Sabes? —decía uno de ellos—. He leído un artículo en el que unos científicos afirman que una catástrofe mundial suficientemente violenta podría provocar la extinción de la práctica totalidad de los seres vivos; tan solo se salvarían un pequeño puñado de especies, entre ellas las de los mamíferos. —¿Los mamíferos? —se burló su amigo—. No me hagas reír, por favor. Con la cantidad de animales desarrollados que hay en el planeta, ¿tendrían que ir a salvarse precisamente los más toscos e inútiles, poco más que un fondo de saco de la evolución? ¡Venga ya! (…) |
| Relato fantasía | Iván Mayayo Martínez | 31 de octubre |
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LA CONJURA DE LA LUNA 1833, día de San Mateo. La luna de septiembre ilumina la ermita junto al camino de la colina. El edificio, testigo mudo de pactos secretos, contempla cómo un viejo simón negro llega hasta su altura. El cochero, de aspecto tan astrado como su bestia de tiro, se baja sin gracia para abrir a su pasajero. Un hombre alto y maduro, vicario de la archidiócesis de Toledo, se apea sin mirar siquiera al mayoral y le lanza una pequeña bolsa de cuero repleta de monedas. —Regresa a Madrid —ordena con voz seca. |
| Relato CF | Daniel Verón | 31 de octubre |
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MUSEOS DEL ESPACIO En el Supercúmulo de Orión, a una distancia aún mayor de donde provenían, el almirante Norstad se encontró con algunas cosas muy extrañas. En un sector periférico, los científicos se encontraron con una extraña región de mundos que aparecían y desaparecían a la vista humana, igual que un cielo estrellado que de a ratos fuera cubierto por un manto de nubes, y de a ratos, no. —¿Cómo podríamos definirlo, mi estimado Merkosian? —preguntó el almirante. —Bien, le diré, señor. Como no es posible ver lo que no existe, técnicamente estos mundos sí existen, por más que de a ratos desaparezcan de nuestra vista. |
| Relato CF | José Luis Díaz Marcos | 31 de octubre |
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SERPRISA Las pastillas suministradas por El Chino, proveedor callejero de felicidad, empiezan a surtir efecto. «¡Sí…!». El aire se va iluminando y las nubes, convertidas así en fosforescentes torundas, se fusionan y dividen a un ritmo cada vez mayor sobre el palpitante azul. «¡Ooooh …!». Pepe, Popeye para los amigos, guía la Harley sustraída a toda velocidad. Junto a él, Billy, el Dennis Hopper de Easy Rider, monta su preciosa Chopper. El viento flagela su rostro. Le hace llorar. Es libre. Es feliz. |
| Relato CF | Diego Milinik | 31 de octubre |
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SIETE SEGUNDOS Cuando la abuela de Germán murió, sus padres le dijeron que se había ido al Cielo. El chico de tres años no entendía aún qué significaba aquello, y buscaba a su abu Alberta entre las nubes del horizonte que se perfilaba de un color anaranjado tras la cúpula de cristal que cubría la ciudad de Buenos Aires. Germán la extrañaba. En especial, cuando recordaba los panqueques de dulce de leche que solo su abuela era capaz de preparar tan ricos (su madre por más que lo intentaba, no conseguía imitarla; ni mucho menos Amalfa, la robot de servicio). |