Antonio Quintana Carrandi

Nacido en un pueblecito costero asturiano,  allá por 1964, desde muy pequeño mostró un inusitado interés por la ciencia ficción. Según cuentan las crónicas familiares, siendo un bebé y estando confinado en el clásico corralito de madera para que no molestara en exceso, miraba con atención la «caja tonta», sobre todo cuando emitían algún episodio de Guardianes del espacio, Perdidos en el espacio, Viaje al fondo del mar o Los invasores. De aquella época guarda en su memoria imágenes nebulosas de aquellos míticos programas. Ya más crecidito, se tropezó por casualidad con Espacio: 1999, siendo uno de los que se atrevieron a escribir a TVE pidiendo que esa serie fuese emitida en un horario más adecuado para los críos, con lo cual la producción de los Anderson pasó de los jueves a las 16.00 horas a los miércoles a las 19.00. Más o menos por aquel entonces descubrió el fascinante mundo de los bolsilibros de ciencia ficción, a través de Misión en Oulax, de A. Thorkent. Pero la catarsis llegó con La saga de los Aznar, del valenciano George H. White (Pascual Enguídanos). En el pecado llevó la penitencia, pues tardaría nada menos que treinta años en completar dicha colección.

El descubrimiento de los autores norteamericanos clásicos, en especial el de Isaac Asimov, tuvo un gran impacto en él. Al mismo tiempo, sucumbió a la maldición que se ceba en casi todos los aficionados a la ciencia ficción: la de escribir sus propias historias de ese género. Durante casi un cuarto de siglo estuvo emborronando cuartillas con relatos y ensayos sobre el tema, que jamás vieron la luz de la publicación, obviamente. Incluso, a finales de los 80, se atrevió a enviar el original de una novela a cierta editorial, que le fue devuelto muy pronto con una escueta nota que decía: «Lamentamos comunicarle que la obra presentada por usted no puede ser incluida en nuestra próxima programación». Un jarro de agua fría que entibió notablemente sus aspiraciones de novelista. Claro que había concebido la novelita de marras como un modesto bolsilibro, y por entonces ignoraba que las muy populares «novelas de a duro» habían entrado en una crisis de la que ya no saldrían. De todas maneras, siguió escribiendo, lo que se explica fácilmente porque, al no beber ni fumar, algún vicio tenía que tener. Actividad recreativa muy personal, que solo en contadas ocasiones trató de convertir en profesión, adquirió un nuevo sentido cuando,  allá por 2006, explorando la red en busca de cosas relacionadas con la ciencia ficción, dio por casualidad con el Sitio de Ciencia Ficción que coordina Francisco José Suñer Iglesias, con el que empezó a colaborar primero esporádicamente, para convertirse luego en uno de los autores más conspicuos, solo superado por José Carlos Canalda. Por fin, además de dar rienda suelta al incontrolable vicio de escribir, contaba con una plataforma para dar a conocer sus trabajos a los aficionados. Desde entonces colabora habitualmente en el Sitio, donde ha publicado el grueso de su obra. «Trekkie» hasta la médula, es el autor principal de la sección que el Sitio de Ciencia Ficción dedica a Star Trek. Pero sus colaboraciones abarcan, además, el cine en todas sus vertientes, la historia y los artículos de opinión. También colabora ocasionalmente en Bolsi & Pulp, el blog más importante de los dedicados a la literatura popular.

| Buck Rogers en el siglo XXV | 9 págs. | 
Flash Gordon, leyenda viva del cómic | 10 págs.
| Hasta siempre, Dorothy | 4 págs. | Star Trek
| Superman, el primer superhéroe de la historia | 32 págs. | Cómic
| Con José Carlos Canalda en LA GRAN HISTORIA DE LAS NOVELAS… 
 | Lou Carrigan: medio siglo en la brecha | 6 págs. | 
 | Ralph Barby, un matrimonio bien avenido | 11 págs. | 
seriescritica
| Babylon 5. Episodio: Confesiones y lamentaciones (T02E18) | CF |