Guía del Autoescritor Galáctico III – Reed.


III: SOLEDAD

Por Magnus Dagon

ensayos-articulos_autoes10Como Samsagaz Gamyi, muchos autores de la ciencia ficción y la fantasía conocen bien esa sensación, a veces plácida, a veces dolorosa, que supone un gaje del oficio indiscutible. Para un escritor, sea del género que sea, la necesidad de evasión temporal, de ocultarse del mundo por unas horas para escarbar en su retorcida cabecita, es un elemento tan importante a la hora de escribir en sí como el boli y el papel. Pero no es la única manifestación de la soledad que experimentan. Ni mucho menos. El caso es que un género como la ciencia ficción, que en sus primeros años de vida fue calificado como una literatura de carácter social, de repente se ha convertido en uno de los mejores exponentes de la marginación de las personas, de los procesos que los llevan a la necesidad de apartarse del camino; en definitiva, la ciencia ficción es, en gran parte, una literatura para, por y de raros. En el buen sentido de la palabra, claro. Y la fantasía, aunque en menor medida tal vez, tampoco se queda corta en el tema. Pero es que dicha soledad, que puede ser concreta o abstracta, también puede ser un arma a la hora de inspirarnos. Es por eso que, como en el anterior artículo, soltaré así como el que no quiere la cosa unas cuantas sugerencias acerca de cómo aprovecharla. Muchas, claro, están basadas en la experiencia propia, por lo que están marcadas de subjetividad. Pero bueno, allá vamos.

Muchas personas escriben motivadas por la soledad. De ellas, un alto porcentaje lo hace para sí misma, como en una especie de diario privado, dialogando con sus propias palabras para encontrar alivio a las penas que los afligen. El otro porcentaje acaba cogiéndole el tranquillo y decide convertir la escritura en una parte importante de su vida. Hay una barbaridad de escritores cuyos comienzos se pueden encuadrar más o menos de esta manera. Es por eso que esta clase de narradores está en un principio más acostumbrada a lidiar con sus pensamientos internos que con los externos, y por lo que centra sus primeras obras en su propio mundo interior.

Si el sujeto en cuestión al final decide dedicarse a la fantasía o a la ciencia ficción, entonces dicha soledad le va a perseguir como una sombra. Para empezar, son éstos géneros que, en general, no están muy bien entendidos. Hablemos por ahí de ellos con quienes no los conocen bien y nos encontraremos con las respuestas habituales: hechizos, espadas, naves espaciales y aliens. A nivel editorial la soledad se acentúa más cuando se comprueban las cifras de ventas en los territorios de habla hispana, y si bien es cierto que siempre ha habido una actitud de auto encarcelamiento por parte de muchos profesionales y no profesionales del género, no cabe duda de que la sensación general que uno tiene es la de la incomprensión. Vamos, no me iréis a decir ahora que no os ha sucedido que dais a leer un relato o ensayo o libro a vuestr@ madre o padre o herman@ o amig@ o novi@ y éste os lo devuelve con una pálida sonrisa y un no está mal como respuesta. En palabras de Theodore Sturgeon:

Escribir es una comunicación. Usted no se sienta en una cueva y escribe la Gran Novela americana […] Usted no hace eso. Usted lo manda. Usted tiene que mandarlo. Usted debe escribir especializándose en las personas. Usted escribe una historia sobre soledad, e involucra a todos, porque todos somos expertos en eso. A veces se llama alienación, pero es algo más que eso. Es soledad y no está separado del mundo entero. Usted está buscando, buscando a alguien que lo entenderá.

Vale, así que, admitámoslo, sabemos bien lo que es la marginalidad. Ahora, como no somos una remesa de clones ni vivimos en una sociedad de pensamiento único —¿o tal vez sí?— tenemos distintas maneras de aceptarlo. Analicemos las más importantes de ellas:

articulos_autoes111) Ya que el mundo me odia, yo le odio a él también. Edgar Rice Burroughs decía que dos de las mejores fuentes de inspiración para un escritor son la furia y el pánico. Personalmente he comprobado que al menos la furia lo es. Dejarse llevar por ella a la hora de escribir puede dar lugar a cáusticas y demoledoras visiones del mundo que no por ello llegan al mal gusto ni a la exageración. Todo consiste en saber moderarse y canalizar la ira hacia un punto adecuado. Esta manera de afrontar la soledad es ideal para la creación de protagonistas oscuros, ambiguos, incluso antihéroes declarados, siempre con cuidado, pues al igual que sucede en el mundo de la interpretación, tales personajes pueden acabar anidando dentro del propio autor. Por supuesto no me refiero a que nos convirtamos en dictadores todopoderosos ni asesinos declarados; es bueno conocer parte del lado oscuro de uno, pero se debe ser consciente de que se ha abierto una puerta que no es que estuviera cerrada, sino que en general ni siquiera se sabía que estaba ahí.

Esta clase de postura rebelde suele llevar, en el terreno argumental, a pesadillas post-apocalípticas, mundos cyberpunk y reinos dominados por nigromantes, por sólo citar algunos de los tópicos existentes. El asunto es deformar ese mundo que ha hecho que se gane nuestro desprecio hasta que realmente se haga merecedor de él en todos los sentidos.

Ejemplos de esto los podemos encontrar en la mayor parte de la obra de los punks de la ciencia ficción, como Harlan Ellison y Kurt Vonnegut, escritores para los que la ficción se ha quedado corta y no dudan en dejar claras sus posturas en conferencias de prensa de toda clase. En particular, Ellison ha conseguido, con «No Tengo Boca Y Debo Gritar», una espeluznante visión de los caminos a los que puede llevar el odio. En dicho relato un ordenador todopoderoso llamado Am se dedica a hacer la vida imposible a los últimos humanos que quedan con vida, para lo cual les niega incluso la posibilidad de suicidarse o morir de viejos. El relato está plagado de párrafos estremecedores como el siguiente, de boca del propio Am (en mayúsculas en el original):

ODIO. DÉJENME DECIRLES TODO LO QUE HE LLEGADO A ODIARLOS DESDE QUE COMENCÉ A VIVIR MI COMPLEJO SE HALLA OCUPADO POR 387.400 MILLONES DE CIRCUITOS IMPRESOS EN FINÍSIMAS CAPAS. SI LA PALABRA ODIO SE HALLARA GRABADA EN CADA NANOANGSTROM DE ESOS CIENTOS DE MILLONES DE MILLAS NO IGUALARÍA A LA BILLONESIMA PARTE DEL ODIO QUE SIENTO POR LOS SERES HUMANOS EN ESTE MICROINSTANTE POR TI. ODIO. ODIO.

Veintiocho años después de la publicación de este relato se realizó una aventura gráfica para ordenador con buena parte del argumento desarrollado por el propio Ellison, quien llegó a prestar su voz para uno de los personajes del mismo. ¿Adivinan cuál…?

2) Sigo mi camino a pesar de las adversidades. Al contrario que la postura primera, en ésta la soledad es aceptada, y la amenaza de amargura se desvanece para dar lugar a una profunda reflexión. Es por eso que, en vez de criticar su mundo de manera directa, un autor bajo dicho estado suele limitarse a exponerlo bajo los ojos de un observador, y aunque se puede dejar llevar por la subjetividad, ésta siempre está diluida, como un adorno más de la descripción del propio mundo. Los estilos de estas obras son variables, aunque se suelen encontrar ciertas dosis de pesimismo; en cierto modo se parecen a las tragedias griegas en cuanto los protagonistas son luchadores que, a pesar de saberse marionetas de cuerda, no por ello dejan de pelear.

articulos_autoes12La ciencia ficción sociológica, con sus utopías y distopías, entra muy bien en esta categoría, al igual que la ciencia ficción dura y la fantasía épica.

Los ejemplos son variados, aunque uno de los más notables es 1984, de George Orwell. Winston, el protagonista de este libro, ha vivido toda su vida en una sociedad opresora en la que incluso hablar en sueños puede volver sospechoso a cualquiera. Vemos el mundo a través suyo, cómo empieza a reflexionar por qué no le gusta aquello que le rodea, apuntándolo en un diario donde registra frases como la libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Sin embargo, a pesar de negárselo a sí mismo, sabe que su lucha es un imposible, una batalla contra los elementos. El propio George Orwell concibió dicho libro enfermo y aislado en la isla escocesa de Jura y, si bien está plagado de un profundo pesimismo, cierta intención didáctica subyace, y nunca se pierde la esperanza inocente de un mundo mejor. A Winston le roban prácticamente todo lo que un hombre puede poseer, pero no se convierte en un monstruo amargado. Tal vez porque su autor tampoco lo era.

3) Por favor, acéptame. En ésta, un intermedio de las dos anteriores, la soledad no es aceptada, como en el primer caso, pero ha llevado al autor a la melancolía y a la tristeza. Sin embargo, aunque parte de la objetividad de la segunda postura predomina, se introducen elementos poéticos y filosóficos que pueden dotar a la literatura nacida bajo este estado de ánimo de una profunda belleza. La identificación autor/personaje puede ser total, hasta el punto de que la obra puede convertirse en una pseudobiografía. Irónicamente, en el terreno de lo argumental tenemos posturas extremas. Por un lado se puede derivar hasta un pesimismo desgarrador, propio de personajes que no luchan y comprenden que no son más que gotas en un océano, pero por otro es posible llegar a una literatura fresca de humor vivaz y alegre. Tales posturas dependen de en qué medida el autor desea escapar de su propia visión de las cosas y en qué medida desea ahondar en ella.

La fantasía encuentra en este estado su mejor aliado, del mismo modo que ciertos segmentos poéticos de la ciencia ficción.

Uno de los pilares que cimentan este tipo de literatura es el escritor Michael Ende. Su postura gris del mundo contrasta con el exacerbado optimismo de los lugares de ensueño donde los protagonistas llegan. Ende es un autor que ha llevado los extremos de optimismo y pesimismo previamente mencionados hasta unos límites esquizofrénicos admirables. En La Historia Interminable Bastián y Atreyu son unos niños, el uno proveniente del mundo real, el otro de Fantasía, que tienen que vivir multitud de aventuras para frenar el aplastante avance de La Nada. En esta parte del libro Ende despliega una literatura de aventuras juvenil y desenfada para sorprendernos después con la progresiva caída de Bastián, quien cae presa de la oscuridad a su paso por larticulos_autoes13a Ciudad de los Antiguos Emperadores y llega al Pozo Minroud, donde debe buscar un sueño olvidado, perdido ya todo recuerdo de sí mismo salvo su nombre. Asimismo, en Momo es notable su descripción de los Hombres Grises, seres que —literalmente— fuman el tiempo de los hombres.

En el terreno de la ciencia ficción se plasma desde la melancolía que una cultura arrasada provoca en los terrestres, temerosos de sufrir un destino similar (Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury) hasta la incapacidad e impotencia de entender lo que nos rodea a pesar de nuestros esfuerzos (Solaris, de Stanislaw Lem).

Estas son, a grandes rasgos, las tres maneras básicas que tiene uno de hacer frente a su propia soledad para explotarla creativamente. Sin embargo no hace falta ser un inadaptado para sacar partido a la soledad. Sencillamente, puede bastar con estar solo.

Es un magnífico experimento literario echarse la mochila al hombro, largarse unos cuantos días y a ver qué sale. En una ocasión, embargado por problemas personales, hice tal cosa, y aunque no tardé mucho en echar de menos el hogar, el tiempo que pasé fuera fue suficiente para dar forma a un relato. Este tipo de literatura improvisada tiene sus ventajas y sus fallos, e incluso cierto estilo que la caracteriza.

Mucha gente se piensa que cuando se es un solitario sólo se tiene ojos para uno mismo y su interior. Aunque en algunos casos sucede así es curioso que en general pase lo contrario. Al no tener a quienes dirigirse, la identidad del solitario se esfuma y se convierte en un perfecto observador del exterior. Eso le hace desarrollar una prosa descriptiva y recurrir frecuentemente a la primera persona, tal vez porque al hacerlo dialoga con él mismo, no como en la tercera persona, que trata al autor como uno más ante su propio relato acabado. Sin embargo se corre el peligro de ponerse una venda en los ojos, ya que la lectura del relato puede evocar sensaciones y recuerdos de hechos y lugares que no están realmente en el relato sino en la cabeza del autor; porque, por muy descriptivo que se sea, uno no es un cronista perfecto.

La cantidad de libros y relatos de ciencia ficción y fantasía nacidos de esta clase de alejamiento de los demás es tan inmensa que no habría por dónde empezar. Cuanto más viajero el autor, más proclive a esta clase de influencia. Es como si el mero hecho de huir de lo conocido encendiera el alma y las aspiraciones de dichos escritores, dispuestos a ver planetas y reinos allá donde los demás no verían nada reseñable. Y cuando hablamos de soledad en este caso, no necesariamente nos referimos a la ausencia de seres queridos, sino a una evocadora sensación de abandono de la rutina o, al menos, de fugaz aventura. Un buen ejemplo para pensar en ello es el de Olaf Stapledon. En 1926 descubrió con su familia la costa de Gales, cuyo paisaje le hizo repetir el viaje otros años. En especial Stapledon estaba fascinado por las focas. Una tarde se pasó horas mirándolas, emocionado por cómo se retorcían cada vez que el agua helada llegaba a ellas. Es difícil saber lo que pensó en aquellos momentos, pero hay indicios bastante claros de que aquel día decidió iniciar su carrera como escritor. La imagen de aquellas criaturas bañadas bajo un mundo inhóspito y gélido le sugirió la eterna lucha de la humanidad por sobrevivir y subsistir al paso de los siglos contra viento y marea, y precipitó el germen de su libro La Última y la Primera Humanidad, una colosal crónica que abarca ni más ni menos que dos mil millones de años y dieciocho estadios evolutivos de la humanidad, del que nosotros somos el primero.

No puedo dejarme en el teclado al autor que ha hecho de la soledad, en todos los sentidos, la semilla de toda su obra. Me refiero a Philip K. Dick, un escritor admirado y compadecido por igual. Como ya se contaba en el primer artículo de La Guía del Autoescritor Galáctico, Dick estuvo toda su vida obsesionado con la muerte de su hermana gemela, Jane Charlotte, a quien jamás llegó a conocer. Era tal su dolor que Jane se convirtió, a veces de manera explícita, a veces de manera implícita, en musa de muchísimas de sus novelas, en las cuales se describía a atractivas jóvenes de pelo moreno. La pérdida de su hermana convirtió a Dick en un inadaptado y para colmo precipitó el divorcio de sus padres, dejando al pobre chaval aún más solo si cabe, sujeto a las manías de una madre manipuladora. Buena parte de las neuras que le perseguirían para toda la vida provinieron de esos fatídicos días. No se puede decir que su vida personal fuera envidiable: cinco divorcios, toneladas de amigos perdidos y una constante sensación de fracaso por no poder ser un autor serio.

Pero si en el terreno de lo inadaptado Dick era un caso reseñable, en lo referente a las escapadas voluntarias lo suyo era cercano a la leyenda urbana. A principios de los años sesenta alquiló una cabaña y se retiró a vivir allí un par de años, durante los cuales escribiría la friolera de once novelas, entre las que estaban Los Clanes de la Luna Alfa y Los Tres Estigmas de Palmer Eldricht, además de esbozar argumentos de futuros libros. Se puede pensar que no es un mérito tan grande a tenor de su bibliografía, llena de altibajos, pero para algunos escribir es como trabajar de relojero, para otros es como trabajar en las calderas de un barco, aunque para la mayoría es un poco de ambas cosas.

A la muerte de Dick, como era de esperar, fue enterrado por deseo propio junto con su hermana. En la lápida pueden verse los nombres de ambos y en medio de ellos, la palabra gemelos.

Y para acabar, sólo decir que si la soledad como motivación resulta importante para el escritor de ciencia ficción, la soledad como temática es crucial. No haré muchos comentarios al respecto.

Por mi parte sólo añadir dos novelas esenciales en su tratamiento de la soledad: La Trilogía del Elfo Oscuro, de R.A. Salvatore La Máquina del Tiempo, de H.G. Wells.

Espero que alguno de los desvaríos de este artículo sirva a alguien para inspiración de su obra. Sinceramente, nada me haría más feliz. Bueno, tal vez unos royalties ayudarían. Hasta la próxima.

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