eYOs

 

| Fernando Cámara | Ediciones La Perla Negra | Antolog. terror | 2017 | 210 págs. |
| ISBN: 978-84-946887-0-6Ilustraciones:  Marcelo Pérez | 17,50€ |

Por Pily Barba

Portada eYOs

¿Curioso? ¿Osado? Muy ÉL, diría yo. Me estoy refiriendo al hecho de titular su antología con (más o menos según la RAE) esa forma que, en nominativo, designa a la persona que habla o escribe. ¿Cómo? ¿Que Fernando Cámara no está diciéndonos a las claras que su último libro habla de su persona; de sus neuras; de sus filias y sobre todo de sus fobias? No seréis tan ingenuos de pensar que solo se trata de otra de sus manías, ¿verdad? ¿Esa que tiene de adornar los títulos de sus libros con mayúsculas allá donde le parece bien, para darle algo más de empaque y, sobre todo, huyendo de lo vulgar y lo aburrido? De acuerdo, el relato que cierra este magnífico eYOs, casualmente, pertenece a ese pronombre personal en tercera persona, pero, de verdad, no os dejéis engañar, con Fernando Cámara no puede ser de otra forma: eYOs es el interior de su mente, abierta descarnada y descaradamente en canal, ofreciéndonos, por un lado, el hemisferio de su yo adulto, y por el otro, el de su yo mocoso, y en ambas mitades, ahí está, totalmente expuesto, con total honestidad y para todos nosotros; aquello que tanto le ha atemorizado en algún momento de su existencia.

eYOs está compuesto de nueve historias a cada cual más inquietante y alucinógena, aunque tal vez la primera, “Verano”, sea una de las más modositas. “Verano” es, efectivamente, realismo sucio, pero sucio de verdad. De hecho, la porquería brota a raudales tanto a través de la situación que se va desarrollando, como de la relación de pareja y de los individuos que la integran; él, un tipo flojo e inseguro, y ella, una déspota insufrible: tonos grises, por todas partes, y pequeños e inoportunos insectos que aparecen por las buenas; aburrimiento, tristeza, mala leche, excitación, un estar por estar en el interior de un apartamento que bien podría no pertenecer si quiera a nuestro espacio temporal. Quién sabe… Unos días de vacaciones en los que se mezcla la apatía de una pareja a la espera de unos amigos que nunca llegan.

“La bici amarilla” es uno de mis favoritos dentro de esta selección. Cuenta con un premio NOCTE a mejor relato de terror (y un lugar en NGC dedicado precisamente a la publicación de estos mismos premios), y la verdad es que no me extraña: a la salida del colegio, un muchacho es repentinamente arrollado por un ciclista que además se da a la fuga. A partir de un suceso, desgraciadamente, tan cotidiano, Fernando retrata esos momentos posteriores a la huida, seguidos de sangre y sufrimiento para el muchacho, y de angustia y un estrés insoportable para esa pobre madre que, además, lo acompañaba en el momento del suceso. Esta, arrastrada por el mismo caos de la situación; por la impotencia de no saber por qué ha pasado lo que ha pasado y no poder soportar la injusticia de ver huir al agresor tan campante, no se percata de cómo su mente hace ¡click!, y empieza a desmoronarse. Pero el lector sí es consciente, porque Fernando le da la oportunidad de ver prender la chispa de la locura hasta hacer reventar por completo cordura y humanidad. Y lo más sorprendente es la facilidad con la que lo hace; a golpe de pedal, amargura, obsesión y enajenación mental, convirtiendo a “La bici amarilla” en un auténtico gigante, a pesar de que también aquí se trate de molinos… [leer relato]

“La visita” es una historia exquisita, por sus detalles, pero sobre todo por esos dos entrañables personajes principales: el niño (sufridor absoluto) y el abuelo. En un Madrid céntrico y rancio, un pequeño se ve superado por su imaginación y ciertos y oportunos ruidos en su vivienda y alrededores, aunque el auténtico detonante de su locura es la presencia de esos dos tétricos personajes que, sin poder ver, lo están vigilando desde la calle. Una vez más, nos encontramos con un cuento que no solo es disfrutable por todo ese misterio que lo envuelve, sino por el continuo goteo de detalles tan deliciosamente mundanos y por la relación y el constante diálogo entre abuelo y nieto.

“Se admiten estancias” lo disfruté hace ya tres días y aún sigo dándole vueltas. Y se me ponen los pelos de punta cada vez que ahondo en el poso que me ha dejado. De todo lo que he leído, es lo más espeluznante y bárbaro con diferencia. Siempre he pensado en el señor Cámara como en un autor dedicado a esos horrores que tienen que ver casi exclusivamente con la mente y sus desvaríos, pero no. En “Se admiten estancias”, Fernando ha demostrado ser capaz de ponerse en la piel de un auténtico asesino y sacar a relucir su lado más gore y violento. Y parece mentira, cuando todo empieza con la tontería de dos hermanos y su continuo cachondeo hacia un tercero: pobre currito, responsable nocturno del garaje de su vivienda.

En la “La cabra” veo al verdadero Fernando junto a su pareja, ambos intentando vivir una noche de tórrida pasión, buscando algo de intimidad y alejados, por fin, de sus retoños. Con esta idea, al menos, es con la que la pareja decide dedicarse unas horas en carne y alma acudiendo al refugio de un curioso y céntrico hotel de Madrid, pero todo termina convirtiéndose en miedo y neurosis «gracias» a la proximidad de un mimo un tanto especial; el de la cabra. Un personaje que en realidad existe y despierta exactamente todo lo que el autor describe (lo digo con conocimiento de causa). “La cabra” es un mini NECRÓPARIS tan disfrutable como aquél; repleto de los mismos tics mentales, toda esa complicidad matrimonial, y una situación de lo más pesadillesca.

“Viejo metálico” es bello pero breve para mi gusto. ¿O es su brevedad lo que le da, precisamente, esa belleza? Sea como sea, se trata de un paseo onírico que se va convirtiendo, cómo no, en delirante, y lo hace sin perder tiempo. Y es que la ciudad parece estar invadida por mujeres embarazadas disfrazadas de jugadoras de rugbi. ¡Locura total! De nuevo, en ese paseo atravesando algunas de las céntricas calles de Madrid, habrá transformaciones, muertes, y ese extraño olor… todo en exclusiva y a la vez, como si se tratara de un circo de varias pistas, exhibiéndose ante los sentidos de un protagonista que, como soñador que consigue identificarse dentro de un sueño y se siente ajeno a lo que está ocurriendo, dice ser mero observador.

“Axol” vuelve a ser muy Fernando Cámara. En él tenemos a un padre de familia largamente desempleado haciéndose cargo de la casa, de su hijo, y de aguantar los cimientos de un matrimonio que está a punto de irse al garete, a pesar de que, a ojos de su mujer, nada de lo que hace lo hace a derechas. Así las cosas, curiosearemos en la vida de este hombre desesperado porque algo en su vida mute y le haga sentir de verdad vivo: encontrar esa necesidad visceral de luchar por algo y de proteger contra viento y marea lo que es suyo… y el motivo final, ojo al dato, termina llegando y es algo tan insignificante como el molusco que le entrega a su hijo el amable pescadero del barrio. Efectivamente, “Axol” atemoriza precisamente por la situación que parece querer desarrollarse a raíz de la llegada de esa «nueva mascota», pero también, por el miedo que todo padre experimenta a que su hijo sufra y que Fernando tan bien sabe inocularnos…

“Futuro” es la penúltima historia y, definitivamente, aunque muy disfrutable, desde luego es la menos atemorizante. Volvemos a tener a un varón como protagonista principal, peleándose consigo mismo por llegar a inflar las ruedas de su vehículo en la gasolinera cercana a un pueblo. Allí se topa con el típico vejete lugareño, que, o bien por lo que transporta, o bien por sus truculentas historias de abuelo cebolleta, le mete el demonio en el cuerpo a este pobre turista y…

“Ellos”, cierra, como ya dije al principio, esta compilación. Y a pesar de que nos abre las puertas directamente al corazón de una familia compuesta por un médico que acaba de quedarse sin trabajo (la calle donde reside su hospital acaba de ser tomada), y su pobre mujer, prácticamente moribunda y embarazadísima, el primero, harto ya de la situación, decide acudir en busca de su padre a pesar del peligro y de la precaria situación de su esposa. Con un par, nuestro protagonista atraviesa un Madrid que, según el distrito, ya no se pertenece a sí mismo o está a punto de dejar de hacerlo, puesto que la situación va cambiando a cada minuto que pasa. Pero, en realidad, “Ellos” nos susurra algo más, no solo el temor de salir a la calle y evitar ser abducido (aunque tratándose de algo parido por Fernando Cámara, siempre estamos en esas; siempre se trata de algo más); nos llegan rumores de que podría haber sido una película que, a día de hoy, no lo es… pero que en el futuro, quién sabe (yo no pierdo la esperanza); también, llega el continuo eco de la temible invasión, prácticamente invisible y por parte de aquellos que nos son contrarios; que nos roban la identidad, la libertad, la vida… y, por último, tan aterradora me ha parecido la situación, que creo leer el temor de ese padre a la anexión de un nuevo ser a la familia; su inseguridad y cómo trata de hacerse a la idea.

Esta antología, que sí, que va de parejas y de niños y de estar mal de la cabeza o de enfermar por el camino, en realidad habla de la supervivencia; pase lo que pase y pese a quien le pese. Y es auténtica y paranoica (cuando se habla de Fernando Cámara, esta última palabra es del todo inevitable; siempre se pone en medio y toma el control), y, por si fuera poco, bien podría ser convertida en un buen puñado de estupendos cortos, porque, en el fondo, el amor que este autor siente hacia ese trabajo que le facilita el pan suyo de cada día, siempre termina revelándose.

Por último, quería apuntar que, a pesar de las tinieblas, eYOs contiene un gran sentido del humor y también muchísima y delicada sensibilidad. Y esto es así porque no deja de ser absolutamente necesario, y porque, Fernando Cámara, ese loco reconocido entre las risas y la admiración de aquella gente que le aprecia, es también un gran psicólogo capaz de absorber con increíble facilidad cualquier estado de ánimo o situación comprometida; él observa, analiza y graba a fuego aquello que le pudiera servir de inspiración, para, después, ayudarnos a reaccionar. ¿Que por qué lo hace? Fácil, porque en el fondo no puede dejar de ser un maestro obsesionado y comprometido con impedir la invasión, y para ello, denuncia por escrito, da continuos alaridos, y seña con el índice grotesca y constantemente; incluso metiéndonos el dedo en el ojo cuando lo cree necesario.

© Copyright de Pily Barba para NGC 3660, Diciembre 2017