Yabarí

 

| Lola Robles | Editorial Cerbero |  Colección Wyser 2 | CF | 210 págs./bolsilibro | 
|  ISBN: 978-84-946422-1-0  2017 | 5 € |

Por Pily Barba

El pasado fin de semana tuve la inmensa suerte de presentar, junto a Israel Alonso, su editor, y la propia autora, Lola Robles, la novela corta de ciencia ficción Yabarí. No me extenderé en describir el evento, pero sí diré, aunque esté mal por mi parte, que fue divertido y ameno, y lo más importante de cara a la editorial y a la autora; estuvo bastante concurrido y hubo muy buena respuesta por parte del público (sobre todo en lo que a ventas y firmas se refiere).

Respecto al segundo título de la editorial Cerbero, Yabarí, se trata de una novelita de ciencia ficción de aventuras que contiene prácticamente de todo. Y parece mentira con lo breve que es.

Yabarí es un planeta rico en recursos naturales especialmente para esos mundos que, como es el caso de la Tierra, necesitan de su bentá para poder transformarlo en combustible susceptible de producir energía. Dichos recursos, ya están siendo salvajemente explotados por múltiples civilizaciones extrayabaríes, pero, por supuesto, esto no es suficiente. Como el esquilmado está teniendo lugar en un planeta prácticamente sin ley —aquí no hay policía, ni cárceles, solo unos cuantos sheriffs corruptos—; sin ningún tipo de control o miramiento, y delante de las mismísimas narices de una civilización autóctona demasiado primitiva y totalmente desprotegida, ¿por qué parar aquí? ¿Por qué dejarlo en la devastación de una décima parte de una selva cinco veces más grande que el Amazonas? ¿Por qué no convertirlo en un desastre ecológico que a nadie le produzca, tal vez por la falta de información, o tal vez por la inmunidad que da la distancia, el más mínimo remordimiento? ¿Por qué no incrementar el ritmo de explotación multiplicándolo por el doble, o más, y extraer más en muchísimo menos tiempo? Por cierto, ¿todo esto no os parece excesivamente familiar? ¡Por supuesto! Pues este es el trasfondo de la novela: uno totalmente necesario AHORA, y en ese tipo de literatura que va más allá: el de la literatura de anticipación. La inteligente. La comprometida.

Tenemos pues al personaje principal, Muriel Johansdóttir —que no termina de ser una aguerrida periodista, pero tampoco la típica damisela en apuros—, dispuesta a investigar y sacar a relucir la verdadera situación que vive el planeta, y, sobre todo, las condiciones de vida de los trabajadores (la mayor parte perteneciente al pueblo yabarí). Para ello, viaja desde la Tierra a sabiendas de que se juega el pellejo y, aun así, consigue reunir a un grupo de lo más variopinto y tal vez un tanto minimalista, listo también a meterse en la boca del lobo: en la mismísima selva para plantarse delante de las narices de los abusadores.

Y así es cómo empieza un viaje hacia lo desconocido, en un mundo tan impresionantemente bello como amenazador. A lo largo de sus doscientas y pocas páginas (tened en cuenta que se trata de un bolsilibro), Lola nos describirá una selva inmensa donde además de vivir los misterios de la vegetación y sus habitantes, o la impotencia de conocer de primera mano lo que está sucediendo con los pobres e indefensos yabaríes —del modo tan salvaje que está teniendo lugar su forzosa colonización—, también nos hará experimentar las temidas zonas blancas; extensiones donde nadie se explica qué está sucediendo, pero que todos tienen claro que nada tiene que ver con el ser humano.

En una novela escrita para entretener y, de paso, informar; construida de manera inteligente y donde prácticamente su primera mitad se desarrolla a golpe de unos diálogos tan soberbios y fluidos, que no solo no cansan ni distraen, sino que hacen avanzar la trama e informan al lector sin hacer que este parezca un auténtico idiota, también veremos que la autora es capaz de ofrecer de una manera sorprendentemente natural ambos puntos de vista —¿el de los malos y el de los buenos?—: incluso cuando se miente, si se justifica de una manera coherente a la par que ingenua, es posible darle la vuelta a la tortilla de tal forma que no solo el interlocutor, a ojos vista, termine creyéndoselo, es que hasta el lector puede llegar a dudar…

Pero, además, en Yabarí hay horror y muerte; racismo, esclavitud, hipocresía e incluso machismo. Eso en cuanto a lo negativo. Respecto a lo positivo, además del ritmo que la autora le impone a toda esa parte «hablada», está esta otra parte de acción; determinados lugares y situaciones, pero también la pequeña incursión en el universo infantil y las relaciones que de él se derivan, o ya puestos, el propio mestizaje de los personajes —trabajado a todos los niveles—. Además, la sinceridad y la coherencia de sus pensamientos y, por supuesto, diversos pasajes preñados de una imaginación vívida e hipnotizante.

De todos modos, intentar describir más en profundidad una novela tan corta sin entrar en el farragoso mundo del spoiler, es muy difícil, así que solo añadiré que Lola Robles es capaz de exponer todo esto con un equilibrio y un pulso impresionantes: insisto en su naturalidad y fluidez.

Respecto a lo negativo de la novela, por una parte, lo evidente: con temas tan interesantes, Yabarí se hace demasiado corta. Asimismo, es posible que el lector se quede con ganas de conocer más en profundidad a ciertos personajes; los «problemas» de la infancia de Muriel, que claramente terminan conformando ese carácter, a veces tan aséptico, y casi siempre distante, o incluso qué pasa con el que parece ser el malo malísimo. Y ya puestos, qué termina ocurriendo con Yabarí.

Pero, como Lola dijo en la mencionada presentación, todo está dispuesto con la intención justa y la medida que ella quería, así que no nos queda otra que pensar en aquello que se dice de que, si lo bueno resulta breve, siempre termina siendo dos veces bueno. Aunque yo estoy más de parte de los pensamientos de su editor: ¡Lola, segunda parte ya!

© Copyright de Pily Barba para NGC 3660, Febrero 2017