El universo

Por Belén Fernández Crespo

En mi caso, fue imposible poner a prueba la teoría de los seis grados de separación, pues hice realidad mi sueño a través de una sola persona. Un viejo amigo, organizador del Festival Starmus de Tenerife, me concedió exactamente cinco minutos para hablar con Stephen Hawking en el intervalo entre conferencias.

Cientos de preguntas se arremolinaron en mi mente durante mi peregrinación al oráculo, a pesar de que sabía que solo disponía del tiempo suficiente para formularle una. Abrumado por la tremenda responsabilidad, fui incapaz de tomar una decisión a lo largo de los más de dos mil kilómetros que me separaban de mi destino.

Cuando llegué, ya se hallaba en la antesala mi ansiado augur, aquel en quien había depositado la responsabilidad de calmar el dolor de mi existencia y dar sentido a mi vida.  Estaba acompañado por una de sus asistentes. Su peculiar aspecto verificaba la autenticidad de lo que estaba viviendo en aquellos momentos.

Corrí hacia él con el corazón a punto de estallarme de emoción.  Entonces, brotó de mis labios la pregunta en la que había logrado sintetizar toda mi angustia y desesperanza:

—¿Por qué? ¿Por qué existe el Universo? —balbuceé.

Hawking me observó en silencio durante unos segundos.  En sus ojos de inteligencia sobrehumana pude ver las imágenes de un cosmos infinito.

—No lo sé todavía. —me contestó su sintetizador de voz en un perfecto inglés.

© Copyright de Belén Fernández Crespo para NGC 3660, Marzo 2018