UnidadSeguridad – Reed.

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Por Juan José Aroz

La adrenalina corre vivaz por la sangre de mi cuerpo, es una sensación rara, excitante. Aprieto aún más el Libro contra mi costado. Si me encuentran con él me costará un Juicio y eso es algo que sólo con pensarlo me provoca un miedo atroz.

—Muchacho, (Blop-blop-BLOP mi corazón se acelera) tienes idea de por dónde está el almacén Sur?

(Suspiro, inspiración profunda) —No, Señor, no lo sé.

No me he parado apenas y no lo ha podido notar, sigo por lo tanto trotando. Durante un cuarto de hora camino sin más tropiezos indeseados y llego a mi Lugar. Aquí por fin tengo más tranquilidad y me permito echar una lenta ojeada al Libro.

Tiene ilustraciones de humanos y una letra pequeña que me cuenta cosas que creo que ya nadie sabe. Palabras que he aprendido con esta lectura han sido, por orden de preferencia más o menos: LIBERTAD, MARGINAL, GOZAR, REBELDE… luego hay algunas más, pero no con la importancia de las anteriores. Los Libros los he hallado en un Lugar de ese alejado sitio al que no debemos ir llamado ZONACONTAMINADA. Yo, claro está, he entrado varias veces pues tengo algunos en mi poder. Como hace tiempo descubrí, creo que soy el más inquieto entre la gente que conozco; pero prudentemente mantengo mis conocimientos ocultos y disimulo bastante bien mi falta de UNIDADSEGURIDAD.

—Toc, toc, toc (escondo velozmente el Libro).

—Pasen, por favor (lo digo mientras abro la puerta y las palabras se me quedan heladas en la boca. Siento un golpe en el pecho mientras mis ojos quedan fijos, clavados en las insignias que portan en el tórax los dos policías).

—¡Queda arrestado por atentar contra la sagrada norma UNIDADSEGURIDAD, por internamiento prohibido en ZONACONTAMINADA y por tenencia ilícita de material impreso!

(Mi cara se pone blanca y yo lo noto como si estuviera en este momento fuera de mí… las garras se me contraen y yo lo noto con absoluto estupor, avanzan los dos y me sujetan y yo lo noto preso de un enorme nerviosismo; me marcho con ellos y ya tristemente sólo noto cómo tiemblo de pánico).

Si nos cruzamos con alguien, ese individuo aparta la mirada de nosotros o se aleja cabizbajo dejándonos paso libre.

Si me resisto a andar me golpean con dureza sin dudarlo un instante.

Sin ser totalmente consciente de ello, me viene a la memoria una frase que leí en uno de los Libros:

«Será castigada toda aquella mente que sea capaz de volver a vivir por sí sola, es decir, que vuelva a pensar de una forma libre».

El miedo que ahora me domina, de improviso se transforma en odio, mi debilidad en loca fuerza que recorre mis miembros, desperezándolos. Al mismo tiempo que ocurre esto, me muevo rápida y violentamente a un lado y le pego una dentellada en el hombro a mi guardián de la derecha. Reaccionan con prontitud y mientras el de la izquierda me sujeta con firmeza, el otro se lanza a mi yugular, cortándomela de un mordisco.

(Me muero, pero tú cabrón te vendrás también conmigo).

Creo que le he contagiado con el extraño virus que pillé en mi anterior excursión…

© Copyright de Juan José Aroz para NGC 3660, Febrero 2017