Terraformación – Breve – Reed.

Por Ricardo Manzanaro

Instantes después de aterrizar, la IA de la nave activó los sistemas de chequeo interno. Tardó 30 segundos en comprobar que todos sus componentes estaban indemnes, y que no se observaba ningún desperfecto importante en su estructura.

La sonda seguidamente puso en marcha la unidad de análisis, la cual dio las órdenes pertinentes. Así, sensores externos iniciaron la medición de parámetros atmosféricos. Una sub-unidad cartografió la región, con la ayuda de los satélites orbitales. Por último, varios mini-vehículos partieron de la nave, con la misión de obtener muestras de suelo y elementos vivos.

Tres órbitas después, la IA tenía todos los datos para calificar a aquel planeta. Poseía una atmósfera bastante similar a la de la Tierra, y las radiaciones solares que recibía estaban dentro del intervalo considerado aceptable. Las cifras registradas en parámetros tales como niveles de oxígeno o de otros gases, temperaturas habituales y extremas, o en las distintas variables bioquímicas eran razonablemente aceptables.

La conclusión fue diáfana. El planeta era adecuado para montar allí una colonia. Pero se requería realizar una serie de modificaciones para crear un ambiente aceptable para los humanos. El planeta necesitaba un terraformación.

Y dicho y hecho. El proceso se puso en marcha.

Unidades forestales talaron bosques e instalaron allí campos de fútbol y pistas de tenis. Robots constructores remodelaron las regiones costeras y erigieron decenas de rascacielos. Brigadas de asfaltado transformaron caminos forestales en autopistas de cuatro carriles. Se perforó el subsuelo para habilitar aparcamientos. Cuadrillas de androides construyeron macrocentros comerciales en valles. Los animales autóctonos fueron reemplazados por otros más del gusto terrestre: vacas, gorriones, caballos…

Finalizados estos trabajos, la IA quedó satisfecha. Ahora sí que podían vivir allí los humanos.

© Copyright de Ricardo Manzanaro para NGC 3660, Octubre 2017