Superpoderes virtuales (o La Virtualidad del Poder)


Por J. Javier Arnau

La verdad es que, desde que descubrí aquel secreto, mi vida parecía un cruce entre Dial H for hero, El gran héroe americano, y un tanto como en Al diablo con el diablo. O tal vez alguna de aquellas series de superhéroes que escribieron en los ‘90 Keith Giffen y J.M DeMatteis, como las de la «Liga de la Justicia» (tanto Internacional, como América y Europa… sobre todo esta última, la Liga de Justicia Europa… ah, y se me olvidaba; ¡incluso existió una Liga de la Justicia Antártica!); sí, seguro que las recordáis, las de Blue Beetle, Booster Gold, Guy Gardner, Gnort, Kilowog, Mayor Desastre, Estela Escarlata, etc… aquellas en las que primaba más lo humorístico que lo superheroico; en las que era más frecuente ver el estropicio que causaba un gato, que defender el mundo; o en la que dos de sus protagonistas, superhéroes pertenecientes a la Liga de Justicia, se gastaban el dinero comprando una isla para instalar un casino; o en la que uno de los pretendidos superhéroes era… Beefeter (sí, el de la ginebra), que en su afán por ingresar en una de las Ligas, acababa causando más estropicio que otra cosa… cosas así. Pues bien, desde que descubrí que por algún extraño designio (¿extraterrestres, como en El gran héroe americano, algún avatar de la Tierra como en La cosa del Pantano —o del fuego, como Firestorm, o del viento, como Tornado Rojo…—, alguna broma de los dioses —como siempre que hay dioses de por medio— … algún guionista loco, como tantos que proliferan por ahí hoy en día….?) tenía el poder de convertirme en alguien «superpoderoso» a través del teclado virtual de mi nuevo Ipad, parece que mi vida está controlada por una caterva de seres superiores que se divierten a mi costa, turnándose para reírse de mí… ¡qué pasa, cosas más increíbles habéis leído o visto, y la mayoría os las habéis tragado sin rechistar! Si esto fuera un cómic de superhéroes, o una novela barata de ciencia ficción, podría contar que encontré dicho artilugio en la sala de control de una aeronave alienígena estrellada en algún desierto, y de cuyo accidente solamente yo (qué casualidad) fui testigo; o que la compré en alguna tienda oriental recóndita, semiescondida en el barrio más oculto de la ciudad (cosa rara, porque hoy en día todas las tiendas orientales están muy a la vista, incluso han tomado barrios enteros de ciudades muy importantes); o que me fue traspasado por algún mago poderoso para que no se perdiera su legado, y me convirtiera así en su avatar… fuera de lo que fuera… Podría contaros todo eso, en caso de que esto fuera un cómic o un novela popular; pero esto es la vida real, y nada de eso sucedió, solamente compré un Ipad, y pasó lo que a continuación voy a  detallar.

Es superfluo que cuente aquí y ahora cómo descubrí que podía cambiar marcando unas determinadas secuencias; baste saber que en cierto momento estaba haciendo unas cosas… y de repente descubrí que varios elementos habían cambiado a mi alrededor (bueno, la verdad no es que resulte superfluo, o que no influya en la historia… es que no tengo ni la más remota idea de cómo comenzó todo…sólo sé que comenzó); asombrado con lo que estaba viendo, automáticamente seguí tecleando y se produjo un ligero estremecimiento en la atmósfera que me rodeaba, y sentí que algo había cambiado en mí… asustado, borré todo lo que había en la pantalla, y todo volvió (creo, supongo, espero) a la normalidad. Por supuesto, seguí probando cosas durante el resto del día, y finalmente conseguí, a duras penas, controlar parte del proceso. Aun así, me llevó semanas saber qué secuencias debía teclear para alterar las cosas, y cuáles para volver al estado anterior (descubrí que no bastaba sólo con borrarlas, como había creído la primera vez, sino que a cada secuencia correspondía una contrasecuencia).

Bueno, para qué engañarnos, todo eso lo descubrí por la más absoluta casualidad, y cuando me di cuenta de lo que sucedía (sí, puedo llegar a ser muy lento de entendederas, como más adelante podréis comprobar),  me pasé esas semanas intentando conseguir algo que valiera la pena, porque todo lo que conseguía era una verdadera mierda (así, sin paños calientes, ni edulcorantes, una verdadera y auténtica porquería); sí, de repente parecía que podía  conseguir algunos poderes extraños. Extraños, que no superpoderes; es más, algunos ni siquiera intenté ponerlos a prueba. Aparecían en la pantalla del Ipad tras teclear la secuencia correcta (llamémosla correcta, llamémosla aleatoria, llamémosla p**a suerte…). Al igual que en algunos sí que realicé las comprobaciones pertinentes, en otros no quise ni comprobarlos. Como ejemplo, una de las veces apareció «tienes ahora el poder de superfuerza… durante un segundo». Éste fue fácil; levanté con una mano el sofá de casa sin esfuerzo… y lo tuve que dejar caer acto seguido, con el consiguiente destrozo de mueble y suelo. Bien, uno que parecía que no iba a servir de gran cosa.

Seguí probando; la siguiente secuencia me llevó a  «posees la capacidad de atraer los objetos metálicos hacia tu cuerpo»… y en cuanto comencé a escuchar ruido en los cajones de la habitación, y en especial en la cocina, tecleé la secuencia de vuelta al estado de normalidad. Efectivamente, cuando salí al pasillo de casa, éste estaba lleno de cuchillos, tenedores, cucharas, y cualquier utensilio o vajilla que contuviese algo de  metal. Un gran poder, sí.

En otra de las pruebas, la pantalla se iluminó con la siguiente frase: «serás capaz de leer el pensamiento de las plantas». Bien, debo reconocer que esto me dejó bastante flipado… y más cuando lo intenté, en especial con las plantas de «maría»… ahí sí que me quedé flipado. Ahí lo dejo… pero una recomendación… «no hagáis esto en vuestras casas». Sin embargo, lo probé con otras plantas… ¡y nunca más, por los dioses! Sí, aunque no lo creáis, las plantas piensan… bueno, algo parecido. Y, a pesar de que la base de pensamiento sea la misma en todas las plantas (evidentemente, no pueden cambiar mucho dado su «estilo de vida»), hay significativas variaciones entre un árbol, la hierba, las flores, las enredaderas… la verdad, nunca creí que el pensamiento de un árbol pudiera ser tan potente y profundo (por decirlo de alguna manera), a la vez que eminentemente sencillo; pero tampoco llegué a imaginarme nunca que se pudiera pensar en colores y olores…¡ah, el enigmático mundo de las flores! Y eso que no llegué ni siquiera a acercarme a los hongos, líquenes, y musgos; bueno, en tal caso, igual eso podría haber derivado en mejorar mi sentido de la orientación, porque según tengo entendido, se puede saber hacia donde queda el norte según el crecimiento del musgo en las piedras. O algo así.

Tras recuperarme (por decir algo) de la prueba anterior, tecleé una nueva secuencia, con el resultado: «podrás ser invisible cuando nadie te esté mirando». Tal vez sería por los efectos de la prueba anterior, de los que posiblemente aún no me había recuperado…  pero éste no lo veía mal del todo. Valdría la pena investigarlo. Anoté la secuencia cuidadosamente y decidí que en breve lo comprobaría.

Mientras tanto, seguí probando secuencias. La siguiente que apareció, «poder de leer tu propia mente» …seguí probando secuencias. La siguiente que apareció, «poder de leer tu propia mente» …seguí probando… La siguiente que apareció, «poder de leer tu propia mente» …seguí probando… ¡Conseguí desconectar; resulta que al leer mi propia mente no hacía nada más que pensar una y otra vez lo mismo, lo que me llevaba a repetir la misma acción en un bucle que, por suerte —¿?— había conseguido romper. Otra secuencia para borrar.

La siguiente que apareció fue la de «podrás convertirte en roca». Como ya iba conociendo cómo iba el tema, visto lo visto en los casos anteriores, y escamado por el resultado de dichas pruebas, esta vez dejé programada la secuencia de reversibilidad, por si acaso. E hice bien, porque pasados unos minutos, volví a mi estado normal. ¿Que qué había pasado?; pues bien, durante ese tiempo parece ser que, efectivamente, me había transformado en roca. Y, ¿qué hace una roca?; pues eso es lo que podía hacer yo en dicho estado. Bueno, bien pensado, en ciertos momentos tal vez ese «poder» podría resultar muy útil; no en una pelea, porque lo único que tendrían que hacer es romper la roca y con ello acabarían conmigo… pero en otras situaciones en las que te gustaría no estar presente… en fin, que tal vez este lo pudiera usar alguna que otra vez. Lo pensaré más detenidamente más adelante.

Esto iba de mal en peor, cada «superpoder» era casi más patético e inútil que el anterior De momento, apenas un par podrían servirme de algo, y de uno de ellos no estaba muy seguro, no había llegado a realizar las pruebas pertinentes. Sí, el de «ser invisible cuando nadie te esté mirando». Bien, la verdad es que era una cosa que casi podría decirse que me pasaba continuamente; incluso a  veces he sentido que soy invisible para mucha gente, me miren o no. Éste, combinado con el de convertirse en roca, podría ser el poder definitivo para aislarse del mundo cuando no te interesara formar parte de él. Pero bueno, vayamos con el de la invisibilidad. Decidí probar este «don», primero en casa, con la familia. Si funcionaba… bueno, ya le encontraría aplicaciones, aunque solamente fueran de divertimento. Pero claro, debía de habérmelo esperado, sobre todo después del resto de experiencias; nunca pude saber si funcionaba o no, dado que cuando alguien me miraba, el supuesto poder dejaba de tener efecto, y «volvía a ser visible». Evidentemente, mi confusión se tuvo que deber a que mi cabeza aún no estaba aclarada del todo después de leer el pensamiento de las plantas que comenté antes.

«Podrás tener las habilidades de los insectos»… mira, como Spiderman, The Fly, etc. Este podría ser, en caso de que funcionara adecuadamente, sumamente interesante. Pero claro… cuando alguien intentó aplastarme con un periódico enrollado, vi claramente qué habilidades características relacionadas con los insectos podía desarrollar; y cuando me desembaracé de la persona que quería golpearme con el periódico, borré la secuencia. Justo antes de que aquel otro individuo llegara a empaparme con la manguera que traía tras de sí.

«Serás capaz de descifrar todas las ondas electromagnéticas de telecomunicaciones» …y lo que creía que al menos me podría servir para ver retransmisiones televisivas (y radiofónicas) gratuitas o, cuanto menos, poder espiar (después pensaría qué uso le podría dar a las conversaciones espiadas), sólo me sirvió para ser objetivo de todos los comerciales de líneas de telefonía, tanto fija como móvil, y de algunos operadores de cable. Sí, de esos que llaman siempre a la hora de la siesta, y de los que acabas desembarazándote  de la manera más  cortante posible… con lo que parece que ingresas en el fichero de personas a las que hay que molestar lo más posible. Así que gracias a ese «don», a pesar de que lo borré, como todos los anteriores, parece que mi ficha es visitada asiduamente por los más molestos comerciales de telefonía y cable… es más, creo que han programado sus ordenadores para que me llamen muy frecuentemente, a horas intempestivas…

Seguí, ya por pura inercia, más que por curiosidad.

Otra de las secuencias, que casi no vale la pena comentar, me llevó a «podrás transformarte en agua, en cualquiera de sus estados» …sí, vale, venga ya, líquida, sólida o gaseosa… Gas…. hmmm… no, mejor no, no quise ni comprobarlo, aunque en un primer momento pasaran por mi cabeza ideas de lo que podría realizar en estado gaseoso, de nube o similar. Pero con los antecedentes de resultados anteriores, no quise ni comprobarlo; seguro que acababa dispersándome por culpa del viento, o siendo absorbido por algún sistema de ventilación, o precipitado en forma de lluvia. No, gracias, mejor paso de este también.

«Podrás colorear los elefantes a tu gusto» …eh, ¿pero qué mierda es esto; se ha rayado el aparato este o qué?

«Podrás ver, en retrospectiva, cómo habrían resultado las cosas si hubieran sido de otro modo» …¿Me arriesgo y lo compruebo; hasta dónde alcanzará este «poder»?; hay muchas cosas que tal vez hubiera hecho de otra manera, cosas que ni recuerdo haber hecho, y cosas que me han llevado a… no, ni pensarlo, nada de activar esta secuencia. A lo hecho pecho (una manera como otra de decir que no me atrevo a revisitar mi pasado…).

Pues la verdad, ya me estaba cansando del tema este de los poderes, dones, o como queráis llamarlos superchorras. Hasta ahora seguía con la esperanza —vana, por lo que se ve— de que alguna fuera, aunque mínimamente, útil; más bien, por esa especie de ley de Murphy en la que pudiera ser que la siguiente secuencia fuera la buena… o la siguiente… o la próxima… y así sucesivamente sin atreverme a dejarlo no sea que por una simple secuencia más me perdiera algo realmente importante. Pero ya estaba bien, las probabilidades parecían haber dicho todo lo que tenían que decir ya. Y si no era así, ya había llegado a un punto en el que no me importaba dejarme en el tintero virtual algún prodigio en ciernes.

Reseteé el aparato, lo envolví de nuevo, y se lo regalé a mi sobrino. Éste, nada más verme llegar con el paquete, enseguida supo de qué se trataba; la telepatía era un rasgo común en nuestra familia, así como la supervisión con la que vio el interior de la caja, y la mirada flamígera con la que quemó las cintas que la recubrían. Otras familias tienen superfuerza, supervelocidad, invulnerabilidad, etc. La mía tiene poderes derivados de la mente y de la visión; por eso mi afán de conseguir algunos poderes más en cuanto descubrí la peculiaridad del Ipad; pero me tendré que conformar con la visión de rayos X, la supervisión, los rayos caloríficos, la visión microscópica, así como con la telepatía y la telequinesis. Una pena, pues me hubiera gustado tener, al menos, supervelocidad, para poder competir al menos una vez con mis vecinos en ser el primero en coger el periódico del portal todas las mañanas, o en poder hacerme con las muestras gratuitas que deja el cartero en los buzones (o las revistas de otros vecinos, para qué nos vamos a engañar…).

Oh,  mi sobrino está muy contento con su nuevo Ipad, al que le está sacando un rendimiento realmente asombroso…  Tal vez pronto oiréis hablar de él…

© Copyright de J. Javier Arnau para NGC 3660, Agosto 2016