PorÁngel Ortega
—¿Es así como lloraba mi padre?
Dijo mientras calentaba en el soplete la plancha oxidada. A la luz de una bombilla, el antiguo torturador sollozaba con la cara encogida en un gesto de dolor y terror, desnudo, atado a una silla en una postura contraída. Sus carnes fofas relucientes de sangre, sin un ojo, sin una oreja, con el labio inferior colgando mostrando la falta de varios dientes, el escroto perforado con clavos finos, llorando como un niño.
—Pues pronto empiezas. Va a ser una noche muy larga, ya verás.
© Copyright de Ángel Ortega para NGC 3660, Enero 2018