Entrevista realizada por José Jorquera
R.G. Wittener (Witten, Alemania, 1973) es un prolijo autor dentro del género de steampunk cuyos relatos han sido publicados por varias editoriales en antologías (Nevsky, Edge Entertainment, El Transbordador o Cazador de Ratas). Además, ha cultivado el género fantástico con El Libro de los Monstruos (Editorial Fantasía), El Secreto de los dioses olvidados (Grupo AJEC) o Monozuki. La chica zorro (Carmot Press).
Detrás de cada escritor hay un motivo, un impulso, una necesidad. ¿Cuál fue el tuyo?
Las novelas que había estado leyendo desde pequeño, ellas fueron las que me empujaron a escribir: 20.000 leguas de viaje submarino, El corsario negro, La historia interminable, la saga de Dragonlance… disfrutaba muchísimo con ellas, pero también me gustaba sentarme delante de un cuaderno e inventarme las mías propias. De ahí a querer ser un escritor profesional es un proceso que, imagino, les ocurre a muchas de las personas que escriben de forma esporádica. Acabas acariciando la idea de llevar tus historias a los lectores y das un paso más serio.
Aunque, como no se me da mal dibujar, yo empecé enfocándome hacia el mundo de los cómics y la narración gráfica; más como dibujante que como guionista. Solo a raíz de publicar mi primera novela comprendí que narraba mejor escribiendo que dibujando.
¿Cómo funciona tu proceso creativo? ¿Es más complejo encontrar una buena idea, la inspiración o escribirla?
Los manuales de escritura dejan claro que la inspiración no sirve de nada sin hábito de escribir. Una buena idea suele ser, al menos en mi caso, algo tan simple como de pronto pensar: «¿qué aventuras podría vivir una chica con poderes similares a las kitsunes mitológicas?». Pero luego eso hay que «vestirlo», darle un mundo en el que tenga sentido lo que ocurre.
Le dedico bastante tiempo al desarrollo de la sinopsis y a dar forma a los escenarios por los que va a moverse —de hecho, la creación del universo suele prolongarse mientras estoy escribiendo—, pero lo más difícil es escribirlo. Encontrar la palabra adecuada y el ritmo que haga fluir la historia del modo que tú se lo quieres transmitir al lector. En ese sentido admiro a quienes pueden acumular miles de palabras a diario cuando están escribiendo sus novelas.
¿Estructuras las novelas al detalle en cada capítulo, o prefieres dejar más margen a la imaginación e improvisación?
Ahora mismo, soy lo que se llama un autor de brújula, aunque me ayudo de un portulano, por no llamarlo mapa. Sí, preparo una sinopsis completa de lo que va a ocurrir, pero luego voy adaptando la historia al tono que me pide y para no desviarme de lo que quiero contar preparo escaletas, episodio a episodio, para organizar la trama. Pero siempre dejo espacio para que las ideas que me puedan llegar tengan cómo acoplarse a la historia, claro.
¿Qué se esconde detrás de cada uno de tus relatos? ¿Piensas que una buena historia siempre ha de transmitir algo?
Supongo que detrás de mis relatos se ocultan las experiencias que he vivido, mis miedos y los mundos que me habría gustado conocer o que me aterraría vivir. Creo que la receta es poner un poco de cada ingrediente.
Toda buena historia ha de transmitirte algo. Si no te hace sentir o pensar en lo que estás leyendo, resulta una obra incompleta. Llegar al lector es el fin último de un relato, y has de aprender a hacerlo en trescientas o en tres mil palabras.
Has escrito diversos géneros literarios, ¿con qué estilo literario te sientes más cómodo? ¿Existe diferencia a la hora de escribir según qué género?
Me pones en un brete porque me gusta mucho mezclar géneros cuando escribo. Así que no puedo decirte que haya un estilo en concreto con el que me sienta más cómodo. Es verdad que la ciencia ficción te pide contrastar datos y documentarte si no quieres que te saquen los colores con gazapos científicos, y conlleva ese trabajo adicional. El terror, al menos tal y como a mí me gusta escribirlo, necesita que manejes bien la capacidad de crear atmósferas.
¿Crees que tu forma de escribir ha evolucionado durante estos años? ¿El paso del tiempo ha influido en tu forma de escribir?
Por suerte para mí, ha cambiado a mejor. La mayor crítica que le hicieron mis conocidos a la primera novela que publiqué fue lo engolado de mi manera de escribir, un problema que me esforcé mucho por eliminar. También considero que he mejorado bastante en la elaboración de los diálogos. En este campo me considero un ferviente admirador de Nabokov, y me gusta pensar que ahora soy capaz de desarrollar más a mis personajes a través de lo que cuentan y cómo lo dicen en vez de por la pura descripción.
Stephen King compara escribir con el trabajo de un mecánico. Has de ir incorporando ciertas herramientas a tu caja, para poder usarlas luego. Yo diría que, también, puedes abordar la creación de una novela como si se tratase de personalizar un coche: según el resultado que quieras conseguir, escogerás unas piezas u otras de modelos exitosos. Esas piezas son los recursos que has visto usar a otros escritores, y que puedes añadir de forma puntual a tu obra o convertir en parte de tu estilo. Al fin y al cabo, todos tenemos autores de referencia a los que admiramos por cómo trabajan el texto, y con los que te gustaría compararte de igual a igual. Ese proceso tiene lugar con cada lectura que haces y acaba por impulsarte a la evolución, ya sea de forma consciente o no.
Ahora vamos a centrarnos en la edición de Monozuki. La chica zorro. ¿De dónde surgió esta idea? ¿Cómo fue el proceso de escritura?
Monozuki comenzó como una historia infantil, un cuento breve con toques ecológicos, escrito a instancias de una amiga. En ese primer momento no había una Monozuki y su universo tampoco era el del mundo que todos conocemos. Tiempo después, surgió una convocatoria de relatos en una editorial y pensé que su trama me serviría a la perfección como base para escribir una historia más larga. Allí fue donde surgió Monozuki y su mundo de inspiración japonesa. Aunque esa versión no logró entrar en la antología final, una amiga, que formaba parte del jurado, me dijo que la historia tenía potencial y me recomendó que le diera más espacio, que lo convirtiera en una novela.
En un principio no sabía muy bien cómo hacerlo, de modo que fui añadiendo pasajes y enriqueciendo el trasfondo de su universo, un poco como un desafío o un ejercicio literario, sin saber dónde iba a acabar o si lo dejaría en algún momento. Dejé que Monozuki me fuera llevando por los caminos que se nos iban abriendo. Hasta que, un buen día, la casualidad quiso que comentara con la editora de la editorial Carmot lo que estaba haciendo. A ella le gustó lo que leyó, y con su ayuda la novela acabó convirtiéndose en el libro que podéis leer ahora.
Una idea que me ha fascinado de tu novela, son los kaijus. ¿De dónde surgió esta idea? ¿Te inspiraste en el sintoísmo o en las películas clásicas de monstruos gigantes?
La inspiración original para los kaijus provino de los dioses del bosque de La princesa Mononoke y las gorgonas de Nausicaa del valle del viento. Pero ya entonces tenía claros ciertos elementos del trasfondo, y esos ejemplos me sirvieron como base para elaborar la idiosincrasia de las entidades que aparecen en la novela. Además, da la casualidad de que ya había escrito un relato anterior en el que jugaba con la mitología del kaiju cinematográfico y del cual aprendí la imagen dual y no meramente destructiva de esas criaturas en la cultura japonesa; así que se puede decir que adapté la idea sintoísta a las necesidades argumentales de mi universo, dando vida a esas fuerzas de la naturaleza —en un sentido bastante literal— que mantienen el orden entre los humanos y el medioambiente.
Un detalle que surgió también al plantear la novela fue el de que pertenecieran a distintas ramas de las especies animales, ya que el único kaiju de la versión inicial era la Poderosa Kuragena. Por eso se me ocurrió que podía continuar explorando la vía que había iniciado y evitar a los mamíferos, que podían haber sido una opción demasiado obvia. De modo que con un poco de investigación sobre animales que pertenecieran a la tradición mágica japonesa, acabé añadiendo a la Gran Kamakiri. Lo más complicado de todo el proceso fue descubrir cómo debían ser sus voces y las peculiaridades en su forma de comunicarse, que acabaron surgiendo de las propias versiones reales de cada uno.
Una de las bazas más importantes de la novela es su mensaje ecologista. ¿Qué era lo que querías transmitir con esta historia?
En primer lugar, ten en cuenta que pertenezco a la generación que se crio viendo los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente y Jacques Cousteau; viendo toda la belleza medioambiental de la Tierra y escuchándolos decir «nos hemos cargado mucho de lo que había, pero aún podemos cuidar lo que tenemos y evitar más desastres». A pesar de vivir bajo la amenaza nuclear, o quizá porque ese peligro era muy tangible, series como Érase una vez el hombre nos pintaban el ideal de un futuro de solidaridad y protección de la naturaleza. Porque si ocurría lo impensable y éramos capaces de alcanzar la paz en un ambiente como el de la Guerra Fría, ¿por qué no soñar con una era de concordia, en la que deshiciéramos todos los errores del pasado? Yo creía en la idea de un futuro así, más que en la posibilidad de establecer colonias en otros planetas y viajar por el espacio (sueño que me acompañó hasta la adolescencia).
Luego, con la edad, ves en la calle y a tu alrededor cosas que te preocupan porque parecen problemas a los que nadie sabe o quiere encontrar solución: aspirar a vivir en un mundo más igualitario, proteger el medio ambiente para que las generaciones futuras tengan un lugar en el que vivir, o cómo van a cambiar las nuevas tecnologías a la humanidad en unos años. Esos temas acaban apareciendo en mis novelas, para incitar al lector a preguntarse cómo afrontaría las perspectivas que le ofrezco. En cierto modo, me gusta pensar que colaboro en formar nuevos idealistas, como hizo conmigo la serie de animación Érase una vez el hombre.
Se notan muchas influencias en la novela, desde las clásicas novelas de aventuras de Julio Verne hasta las películas del Estudio Ghibli. ¿Qué me puedes decir sobre esto? ¿Cuáles son los autores que más te han influido?
Teniendo en cuenta el estilo de Monozuki, la influencia obvia está en los autores que me convirtieron en lector en mi niñez: Verne, Salgari y Asimov. A ellos habría que añadir la épica de Margaret Weiss y la capacidad para la magia de Gaiman, además de LeGuin.
La narrativa visual se la debo a mi larga relación con el cómic, que me dejó la capacidad para visualizar mentalmente una escena en viñetas y una fijación muy grande por los héroes inadaptados y los antihéroes tras años de lectura de los X-Men.
En cuanto a mis referencias extraliterarias, creo que ya he hablado de casi todas las películas que estaban rondando por mi cabeza cuando intentaba visualizar el mundo de Monozuki: Nausicaa del valle del viento, La princesa Mononoke, El castillo en el cielo, y Final Fantasy.
Dentro de todo el elenco de personajes, el que me más me ha cautivado ha sido Zenko. ¿En quién te inspiraste para este personaje?
En la versión primigenia del relato había un gato que ayudaba a una niña a entrar a un mundo mágico. Zenko heredó ese papel, pero con la obligación de encarnar las cualidades de los zorros mágicos de Japón y ejercer de guía para Monozuki en ese mundo mágico. De ahí esa dualidad gamberra y tramposa, para la que me inspiré en el Gato de Cheshire y, sobre todo, en Long John Silver.
Debo decir también que es el personaje cuya evolución ha resultado más fácil porque, como se suele decir, fue él mismo quien me ha ido pidiendo que le describa de tal o cual forma. Su personalidad fue moldeándose de modo natural con cada aparición, a medida que iba escribiendo y le añadía algún detalle a su naturaleza zorruna. Aunque supongo que convivir años con un perro me ha ayudado mucho a describir su lenguaje corporal, que es parte muy importante del personaje.
El recurso cómico es un elemento difícil de usar en una novela, ¿tuviste problemas para escribir estos pasajes tan divertidos?
Es curioso, porque esta debe de ser una de las pocas veces en las que he añadido elementos cómicos a una narración y lo cierto es que ninguno fue premeditado. Quizás me ayudó el que mentalmente les pusiera a ciertos personajes la etiqueta de «alivio cómico», por lo que empecé pronto a resolver sus actuaciones con algún detalle de humor. Al igual que con Zenko, fueron elementos sugeridos por la propia dinámica de la narración más que por un deseo consciente de incorporarlos, y eso es lo que debe haber hecho que funcionen.
Algunas tramas de la novela han quedado en el aire, muchos personajes tienen secretos por descubrir, y otros han abierto puertas con diferentes posibilidades. ¿Para cuándo La voz de los espíritus?
Aunque me gustaría dar una fecha prevista de publicación, aún no la hay. De momento nos encontramos en el proceso de revisión y reescritura del manuscrito, que con bastante probabilidad se prolongará varios meses dado lo concienzudos que somos tanto el equipo editorial como yo. Quizás haya buenas noticias para la primavera. A mí me gustaría que fuera así.
Lo que sí puedo adelantar es que La voz de los espíritus va a ser más grande, en el amplio sentido de la palabra: más personajes, nuevos lugares, más datos sobre el pasado de ese mundo y más aventuras, por supuesto. Tengo mucha ilusión puesta en este libro, y al mismo tiempo siento la responsabilidad de no defraudar a todas esas personas que han expresado cuánto les ha gustado Monozuki y cuántas ganas tienen de seguir leyendo su historia.
¿Puedes adelantarnos algo en lo que estés trabajando? ¿Tienes algún nuevo proyecto en marcha?
Más que nuevos proyectos, puedo hablar de proyectos postergados, en su mayoría. Para septiembre-octubre debería ver la luz una nueva antología de relatos steampunk, bastante curiosa, que seguro va a encantar a los aficionados al género. Aparte de eso, estoy trabajando en una colección de relatos de temática oscura; una historia distópica en cuya sinopsis llevo trabajando desde hace tiempo y que dejé aparcada cuando empecé la saga de Monozuki. Y en el fondo del cajón guardo una saga juvenil que no llegué a terminar, pero me gustaría retomar en algún momento. Vamos, que tengo tarea para rato.
Por otro lado, y aunque no se pueda definir como un proyecto literario como tal, llevo unos meses colaborando para El podcast surge de la tumba, el podcast de la web dedicada al terror Spanish Fear, en el que comento libros que me resultan interesantes. Le he cogido gusto, así que estoy abierto a seguir colaborando con otros podcasts culturales.
¿Qué tal tu relación con los lectores? Recibes mensajes, comentarios, críticas, etc. ¿Qué te ha aportado esta experiencia?
Me gusta pensar que soy bastante accesible para cualquier lector que quiera contactarme. Mis perfiles de Facebook, Twitter e Instagram están abiertos para recibir comentarios, dudas o quejas en cualquier momento, y ahora mismo la mayor interacción la noto en Instagram. Sobre todo, por parte de los bookstagramers, un colectivo al que he ido conociendo a medida que hacían reseñas de la novela. También, aunque no sean muchos, hay unos cuantos lectores con los que he trabado amistad digital que no fallan en comentar mi trabajo, y a estos habría que añadir a los aficionados al steampunk, con los que también he ido haciendo buenas migas después de pasar por unas cuantas convenciones en Madrid.
En resumen, hasta ahora la experiencia está siendo buena, porque la acogida de Monozuki ha sido positiva de forma mayoritaria, y aunque han aparecido algunos comentarios algo más críticos, después de los años que llevo publicando he aprendido a buscar en ellos razones para mejorar.
¿Podrías recomendarnos alguna novela que hayas leído últimamente que te haya enganchado, fascinado o que pienses que deberíamos leer dentro de los tres géneros de la web (terror, fantasía y CF), con especial hincapié en autores nacionales?
Estrómboli, de Jon Bilbao. No es una novela sino una colección de cuentos, pero es una lectura obligatoria para quien quiera escribir terror. Considero que hay muy pocos autores ahora mismo, capaces de provocarte angustia con un estilo tan a lo Matheson. De una situación cotidiana y casi insulsa, las historias de Jon acaban en una resolución que muchas veces te dejan con el corazón en un puño.
Para terminar. ¿De dóndes sacas el tiempo para tantos proyectos? ¿Te afecta en tu vida personal y familiar?
De momento tengo suerte, y el tiempo que puedo dedicar a la escritura cada día es breve, aunque continuo. Como por el momento no tengo obligaciones familiares que condicionen mis horarios, mi único problema a la hora de escribir es el eterno enemigo del gremio: la procrastinación. Aun así, mi rutina habitual consiste en escribir por las mañanas y dedicar las tardes a la reescritura o la corrección de textos, o a pasar el manuscrito al ordenador, cuando veo que se me ha acumulado mucho texto en los cuadernos. Dicho esto, y creo que coincido con la mayoría de los escritores, mis periodos más productivos suelen coincidir con las vacaciones y los días festivos, que es cuando dispongo del tiempo necesario para escribir tanto como me gustaría.
Agradecerte desde NGC 3660 el haberte tomado el tiempo suficiente para contestarnos, ya que sabemos que tienes una vida bastante ajetreada. Ha sido un verdadero placer. Las últimas palabras son tuyas.
Muchas gracias por cederme este espacio para hablar sobre Monozuki y mis manías de escritor. Admiro mucho la tarea que hacéis desde NGC 3660 y por eso ha sido un enorme placer contestar a vuestras preguntas. Espero que podamos repetirlo con el siguiente libro.