Por Regino García
¿Ha escuchado ese ruido en la oscuridad?
Parece venir de su cuarto, o quizá de la habitación de al lado, quién sabe…
La duda dura unos segundos, pero en seguida se desvanece: debe de venir de la calle, porque nadie puede entrar en su casa.
Si lo piensa un momento, usted hace la misma rutina todas las noches: cena, se asea, se acuesta en su cama y apaga la luz, y da por hecho que le espera una plácida noche de descanso. Quizá más larga, quizá más corta, pero usted supone que mañana sonará el despertador y se levantará para comenzar un nuevo día.
Desde que apaga esa luz hasta que suena su despertador, nada ni nadie va a interrumpir su descanso.
Mi pregunta es muy sencilla: ¿por qué está tan seguro?
Usted sabe que ahí fuera suceden cosas horribles cada día; sabe que fuera de su casa hay malas personas que solo buscan hacer daño; pero únicamente lo sabe porque lo ve en la televisión. A usted podría pasarle, pero confía en que nunca suceda, por una simple cuestión de probabilidad.
Pero cuando está dentro de su casa, allí nada malo podría ocurrirle. Es su santuario, y allí está usted seguro. Permítame preguntarle por qué cree eso.
Ah, claro… la puerta.
Cada día y cada noche, usted cierra la puerta de su piso y le echa una, dos, tres vueltas de su llave, sellando así esa barrera a las pesadillas exteriores, renovando así su lugar seguro en el mundo.
Esa puerta es segura, piensa. Tiene un buen cerrojo, es de madera firme, blindada tal vez, y está echada la llave.
Respóndame a esta nueva pregunta: ¿de verdad cree que esa puerta no puede abrirse?
Cada día hay miles de robos y asesinatos en todo el mundo, gente cruel que entra en las casas de los demás. Pero claro, seguro que esa gente no tenía una puerta como la suya. Seguro que no echaban la llave antes de dormir. Seguro que no se han preocupado de cerrar bien la entrada a su santuario.
¿En serio es tan ingenuo como para pensar eso?
Voy a darle una mala noticia a usted, que todas las noches se tumba a oscuras en su cama, dando por hecho que nadie va a entrar mientras usted duerme.
Todas las puertas se pueden abrir.
Puede usted mirar vídeos en Internet si quiere, o mirar las noticias cada día. Todas las puertas se abren…aunque unas son más fáciles de abrir que otras. El hecho de que su puerta no se abra esta misma noche es, una vez más, una simple cuestión de probabilidad.
Todos los días hay accidentes de tráfico, pero a usted no le toca; hay asesinatos aleatorios, pero a usted no le toca. Todo es cuestión de probabilidad.
Sé lo que está pensando ahora mismo; puedo leerle la mente. ¿Cuántas noches se ha acostado en su cama sin que nadie haya entrado? Usted cree que eso es un motivo para estar más tranquilo, porque si algo no ha ocurrido hasta ahora quiere decir que no va a suceder nunca.
Pero eso es un error, igual que confiar lo que usted ama a un trozo de madera con hierros que se abre introduciendo una llave. Las cerraduras no son únicas, sus fabricantes las repiten en miles de puertas en todo el mundo, y sus llaves tampoco son únicas. La llave que abre una puerta puede servir en otras similares; además, hay decenas de formas de abrir una cerradura que la gente normal desconoce. Solo es cuestión de probabilidad que alguien que sepa abrir su puerta quiera entrar en su casa una noche. Pero usted cree que porque no ha pasado todavía nunca le va a pasar. Usted es como ese pavo que vive su vida en la granja pensando: hoy no me han matado, eso es porque nunca lo van a hacer.
Pero sin que él lo sepa, poco a poco se va acercando la Navidad.
Probabilidad… me encantaba la probabilidad en el colegio. ¿A usted no? Se me daba bien… pero por desgracia no pude continuar los estudios. Resultó complicado cuando entré en la cárcel por robo y homicidio múltiple.
Pero un hombre tiene que ganarse la vida, ¿verdad?
Así que al salir tuve que buscarme otra ocupación. ¿A que no lo adivina?
Sí, me hice cerrajero.
Soy uno de tantos. Soy esa persona que cuando usted lo necesita coge su dinero y le hace la vida más fácil. Cuando instaló la puerta de su casa o cuando le cambió la cerradura, recurrió a mis servicios. Para usted solo fui una cara ya borrosa enfundada en un mono de trabajo. Seguro que ya no se acuerda de mí, ha pasado ya tiempo…
Pero yo sí me acuerdo de usted. Siempre me fijo en la gente que tiene algo que yo no he podido tener.
Esta noche me toca trabajar, así que tengo que dejarle. Espero que descanse bien en su cama, rodeado de todo aquello que ama y valora en su casa…sus preciadas cosas que yo no tengo, y el amor de los suyos que a mí nunca me dieron.
Pero antes de cerrar esta noche su puerta y sus ojos y abandonarse indolentemente al sueño, quiero que se acuerde un momento de mi, y que piense que todo eso puede ser mío con un par de vueltas de mi llave.
Piense que la próxima vez que oiga un ruido en su casa por la noche tal vez no venga de la calle.
© Copyright de Regino García para NGC 3660, Febrero 2018