Espero que esto no te despierte.
Acabo de tener un sueño horrible.
Estaba en un lóbrego caserón y era el invitado
con muchas personas más,
con muchas estancias más
de las intuidas desde fuera;
y sabía que los anfitriones
y criados eran monstruos,
que íbamos a morir de miedo: era el único
que se salvó de una vez anterior
que ni yo recordaba,
que nadie, nadie sabía.
Me refugié en una lujosa sala de tele,
charlaba con un joven camarero hindú;
con ojos muy grandes y blancos en la penumbra,
confesó nuestro destino riendo en cruel lástima
interrumpida por una sirena: llegó el momento.
Entonces los demás se alzaron cual autómatas
y salían fuera en pijama
y yo salía también pero consciente
y se iban desperdigando por el condominio en trance
en compañía cada uno de un criado.
Al quedarme el último
pensé si no veíamos una película
que se proyectase en una lona
enorme de cielo lluvioso.
Con un mando a distancia,
pasaba rápido escenas de ataque y muerte.
La mía terminaba en un coche, me rescataba
una chica muy bella y algo loca, alejándonos
a toda mecha hacia la libertad.
«No sé si te he comentado que esto es una pesadilla,
gracias por salvarme».
Detuvo el automóvil, la carretera inerte,
se colocó la falda
y me saltó encima sacando mil colmillos
sin ni siquiera un beso de premio
tras una cita perfecta.
«¿Eso es todo?» Pregunté.
Y una voz grave dijo: No. Lo peor viene ahora, con la luz.
Y el Todo cayó en oscuridad absoluta y sucia.
Y grité sin nadie a quien despertar de madrugada
buscando a tientas el interruptor por la pared.
Solo. Tan solo
como un poema,
que te arroja la Verdad, cruda y dolorosa,
semejante a una mujer desnuda y brusca
que te despierta de un sueño.
© Copyright de Fernando López Guisado para NGC 3660, Marzo 2017