Ojo de buey – Reed.

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Por Daniel Pérez Navarro

Las calles están zurcidas con sacos de arena. Ciudad horadada por trincheras y zanjas, abierta por canales, embarrada por una pertinaz lluvia de julio, inundada por crecidas, picada por las alas de la Luftwaffe, asediada por la infantería de un general, un tal von Leeb, que la estrangula desde tres direcciones, ensordecida por una propaganda que no deja de gritar; y la lluvia no cesa; los caminos se enlodan dificultando la circulación de vehículos, los puentes se derrumban y las factorías de metal escupen armamento recién horneado para la protección, motores y carros que encallarán en las cunetas y en los cráteres formados por la carga que soltó un Stuka. Las calles amanecen silenciosas, perforadas por gotas de lluvia, continua y regular, luego pulverizada, como si flotara hasta desaparecer en un aire espeso y gris, siempre gris, en un banco de neblina irregular, sin márgenes que debiliten las sombras; ciudad encharcada por las borrascas que no cesan, anegada de voces, ecos de gotas que hienden el aire y se desploman, levantando un hongo líquido que vuelve a caer despacio por segunda vez y abre las carreteras; ahogada en agua que se introduce en los oídos y circula con frenesí dentro de ellos, ruido de agua que se hace más y más fuerte, que se abre paso entre la muchedumbre y los motores de los bombarderos en picado; agua en forma de lluvia, savia, sangre, como al principio, en un mar sin luz. La ciudad está encerrada en un círculo de armas del que la espesa cortina gris es una cubierta que sólo se abre ante el ruido de las ametralladoras fijas y los cilindros de los motores Junkers que regulares, como la lluvia, saludan al aire con silbos, abren ojales en los cuerpos y pican las paredes de las edificaciones en pie; luego dividen trincheras y canales que no dejan entrar, tampoco salir; luego siembran la ciudad con sus caídas en picado, como bailarinas feroces que vinieran de un abismo; luego sus doce cilindros se alejan, se despiden hasta la hora del siguiente rito.

En una mañana están contenidos todos los días del tiempo. Yo no debería estar aquí (he vivido en un siglo terrible sin haber experimentado sufrimientos). Acaso, si abro los ojos, vea pasar una bandada de pájaros.

© Copyright de Daniel Pérez Navarro para NGC 3660, Mayo 2017