Los harapos del tiempo
han venido a cubrirme los huesos.
Generaciones de navegantes
conocen mi nombre y arpegio;
soy la huella perdida en la labranza de los astros,
la lira sonámbula de los cautivos
que se hierven la carne y la piel sobre las naves.
Aquí zozobra el tiempo
y las pandemias de la tierra no nos tocan;
somos como dioses incólumes que se ocultan
en el último desván para huir de la fiebre.
Aquí zozobra hasta la espera
y las promesas de algún día
son fantasmas de un océano de estrellas
que no pasan ante nuestros ojos dos veces.
¿Qué camino? ¿Qué selva de asteroides
nos espera al otro lado de este mapa?
¿Qué cinturón transfigurado
de planetas
se agitará como un río
ante nuestros recuerdos?
¿Qué camino?
¿Qué cosecha?
El árbol de los muertos nos persigue
como otra máscara de la muerte inevitable;
incluso aquí,
donde los dioses no nos miran,
no nos oyen,
no nos importan.
Qué harapos del tiempo
vendrán a cubrirnos
cuando no exista nada más
que una edad eterna y sin barreras.
Qué harapos del tiempo
para cubrirnos la desnudez descalza
de aquellos
que no supimos morir.
© Copyright de Elaine Vilar Madruga para NGC 3660, Enero 2018
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