Por J. Javier Arnau
El Teseracto bloqueaba nuestra visión. Su tamaño hacía palidecer la del transporte que nos había traído hasta aquí. Mientras llegábamos a nuestro destino, la geometría fractal se dispersó como bolas de polvo que algún inmenso escarabajo cósmico estuviera empujando. Descendimos de la nave, con la gravedad artificial alrededor del enorme hipercubo creada por no sabemos quién, pero totalmente compatible con nuestra fisiología. Lo que ya fue más complicado fue recopilar sus coordenadas, puesto que, como principal punto de interés turístico desde que lo descubrimos en nuestra franja de espacio-tiempo, teníamos que mantenerlo en las mejores condiciones de visita posible. Por ello, a sus coordenadas espaciales, una vez recalculadas y reordenadas, le añadimos una capa de alfa tiempo, para que su estructura fuera más visible desde todos los puntos de nuestro sistema solar.
Pulimos y dimos una capa de fosforescente universal en los puntos que más claramente interseccionaban con nuestro n/espacio, añadimos el cartel de Recién Pintado, y nos alejamos para tener una visión de conjunto.
Perfecto; junto con otras maravillas del universo que habíamos traído hasta nuestra galaxia como reclamo turístico (las Puertas Tanhauser, la Cascada Medusa, la nube de Öpik-Oort…), formaban un espectáculo digno de visita por las más altas clases de alienígenas que pudieran permitírselo.
Y en breve, en nuestra ruta turística incluiríamos, como atracción especial, la visita al estallido de la estrella que iluminaba a aquel planeta llamado Tierra por sus habitantes.
© Copyright de J. Javier Arnau para NGC 3660, Marzo 2017