Lo peor, lo mejor

 

Por Daniel Verón

Fue también la flota comandada por el almirante Norstad la primera en tomar contacto con la civilización de los anders, de características casi únicas entre todo lo ya conocido por la Federación.

Los anders eran una raza MH (Modelo-Humano) sumamente evolucionada y muy antigua. En términos convencionales, la misma tenía una antigüedad de aproximadamente 3.000 M.A. y por ahora se ignoraba si tenían alguna relación con los altairenses u otras razas importantes de su tiempo. Su hábitat era el planeta Anders, un mundo de la galaxia Aroma 47, perteneciente al Supercúmulo de Hidra, a unos 200.000 millones de años-luz del Supercúmulo Local. En ciertos aspectos los anders eran parecidos al MH en general y, en otros, muy diferentes. Su oficial Merkosian era de la opinión de que constituían una subdivisión del MH ligeramente más avanzada que otros.

Anders era simplemente el planeta-madre de la raza ya que, en un radio de más de 20 años-luz, ellos habían colonizado infinidad de planetas donde continuaban su existencia sin problemas. Conocían perfectamente el viaje espacial y otros medios de transporte a diferentes lugares. En este sentido, Norstad pudo tomar contacto con varios jefes planetarios aunque el interés de estos hacia él y la Federación era mínimo o inexistente. Tal parecía que no les interesaba en absoluto su presencia allí, que habían encontrado cosas más importantes en qué ocuparse y así lo demostraban claramente. Esto llegó a un punto tal que, en cierta ocasión, Norstad creyó entrever que más bien le rehuían.

Un detalle que hacía a los anders diferentes a muchas otras civilizaciones conocidas era que estos sí conocían al HS de mucho tiempo atrás. Sabían de su historia y de sus avatares, se ignoraba si detalladamente o no, pero lo cierto es que no habían necesitado que el HS cruzara el cosmos para presentarse ante ellos. Los anders ya lo conocían.

En distintas oportunidades el almirante trató de ser recibido por algún gobernante, pero, en general, sólo recibió corteses negativas. Dentro suyo sintió por primera vez que algo quería rebelarse. Esto sí que era algo jamás previsto: cruzar inmensidades de tiempo y espacio para recibir sólo la indiferencia de otros, de una raza humana con la que, seguramente, podían compartir muchas cosas. Pero no sólo eso. ¿Y la Federación? ¿Es que para los anders no tenía ninguna importancia? ¿Pese a ser un conglomerado de miles y miles de civilizaciones a cuál más desarrollada, no representaba nada para aquellos seres?

Norstad realizó un par de reuniones con la plana mayor de sus oficiales para escuchar sus opiniones y trazar un plan. Desde luego que podían irse dejando tranquilos a los anders pero Norstad sentía que su misión allí era otra y que debía hacer por lo menos un intento más. Fue así que, en pocas horas, él y sus colaboradores fueron trazando un plan bastante ingenioso.

Para empezar, debían dirigirse a las regiones más alejadas en donde habitaban los anders y allí, entonces, tratarían de comunicarse con algún líder. La presencia de la flota en esa zona llamaría mucho más la atención que cerca del planeta-madre, adonde había un tráfico interplanetario importante.

El caso es que esta estrategia los llevó a tomar contacto con el comandante Nerey, quien tenía a su cargo una pequeña dotación en un mundo lejano. Él fue el primer anders que demostró algún interés en Norstad y los demás tripulantes de la flota. Tras un breve contacto radial, ambos grupos se encontraron en una base del planeta Setanis. Allí Nerey procedió a saludarlos con todo un largo ceremonial a lo que Norstad replicó de un modo parecido. Por fin, luego de los saludos, el almirante pasó a referirse a lo que realmente le interesaba: su deseo de contactarse personalmente con los líderes más importantes.

Las negociaciones fueron largas. Al llegar a este punto, una vez Norstad y sus acompañantes comprobaron que sus interlocutores no parecían dispuestos a algo así. Nerey parecía espantado o poco menos ante la posibilidad de que sus superiores recibieran personalmente al almirante. Al parecer, ellos ni siquiera debían saber de este fugaz encuentro.

Por fin, el comandante anders aceptó trasladar su inquietud a alguien más que podía ser de utilidad para Norstad: el supervisor Tamaren, algo así como un Supremo a cargo de varios mundos. Norstad le hizo un gesto a Merkosian. Al fin parecía haber una luz para lograr su objetivo. Poco después, el almirante y cuatro oficiales más son transportados a un mundo cercano al propio Anders, en donde son recibidos ahora por Tamaren. Al igual que Nerey, este parece tener temor de que sus superiores se enteren de que él ha aceptado recibirlos. De mal humor, Norstad se puso firme y le exige ser recibido por otros líderes con los cuales pueda mantener una charla, al menos. Tamaren se asusta y finalmente accede a su deseo. Pasan unos minutos en que se comunica radialmente con varios superiores suyos, hasta que finalmente se vuelve a Norstad y le comunica con cierta emoción:

—Mis superiores han accedido a recibirlo, almirante Norstad. Solamente le imponen una condición para realizar esta reunión.

—¿De qué se trata?

—Lo harán una sola vez, no más de eso. Ellos hablarán con usted y usted con ellos, pero nunca más, ¿sabe?

—De acuerdo —dijo Norstad aceptando la responsabilidad que esto implicaba.

Unos días más tarde, al fin, el almirante Norstad, Merkosian, el Dr. Muir y el oficial Canals son recibidos en un gran salón adonde están presentes varios de los líderes más notorios de la civilización anders. Entre estos se contaban Valey Rogan, Seko Ari, Novacius Leris y otros encargados de diferentes aspectos de la civilización de los anders. Tras la habitual ceremonia de saludos y presentaciones, fue Rogan quien tomó la palabra. Sentado ante un atril, reseñó brevemente algo de lo que era su raza y también hizo notar que ellos conocían perfectamente al HS. Las últimas palabras de aquel breve discurso fueron:

—Y sabemos perfectamente, almirante Norstad, que su gran intriga está en saber por qué a nosotros, usted y sus acompañantes no nos interesan.

—Así es, señor. En este lugar soy el representante de la Federación Cósmica y, a decir verdad, no estamos acostumbrados a que esto suceda.

—Pues bien: se lo diré claramente. Nuestros principios, nuestras creencias y nuestra moral en general nos impiden acercarnos a ustedes. Las causas son varias pero entre las principales se cuentan el HS (Hombre Solar) que es una de las pocas civilizaciones importantes que mata, algo que ninguno de nosotros sería capaz de hacer jamás. Sé que me dirá que en la actualidad no lo hacen, pero cualquiera de ustedes sería capaz de hacerlo si las circunstancias lo requiriesen. Nunca ha sucedido eso en nuestra milenaria historia. Nadie ha matado jamás en nuestra raza porque tampoco nadie ha sido amenazado.

—Bien, me parece algo perfectamente válido —replicó Norstad.

—Pero eso no es todo —prosiguió Rogan—. Otra de las causas es la práctica de algo tan cruel, sanguinario y antinatural como la medicina. Este es un punto que ha escandalizado especialmente a muchos de nuestros grandes filósofos.

Aquí Norstad no pudo menos que hacer un gesto de extrañeza.

—¿A qué se refiere?

—A la clase de medicina que por siglos ha abierto cuerpos de seres vivos en abierta transgresión a lo más sagrado que poseemos: el receptáculo que aloja nuestra alma. El cuerpo cumple un propósito simplemente por un tiempo, durante nuestro paso por este cosmos, pero luego el alma debe acceder libremente al siguiente punto en su camino.

—Usted está equivocado —dijo Norstad poniéndose en pie por un momento—. Gracias a la medicina nosotros hemos logrado extender la vida de un ser humano por muchos más años. De no haber existido en el pasado las operaciones que dice usted, esos seres habrían muerto enseguida.

—Para nosotros eso era lo correcto.

—¿Y cuánto tiempo viven ustedes?

—Cada uno de nosotros lleva ya unos 400 o 500 años de vida sana.

—Pues en el caso de los terrestres y otros pueblos parecidos, muchos morían, antiguamente, ya a los 60 años, por causa de diversas enfermedades.

—Nosotros nunca nos hemos enfermado —replicó Rogan—. Eso es, entre otras cosas, porque tampoco hemos matado. ¿Lo entiende?

—Actualmente hace mucho que ya no se hacen más operaciones.

—Tal vez no de la naturaleza que se hacían antes, pero hay otras que se han practicado por otros motivos y eso es aún peor. El maravilloso cuerpo humano que hizo el Creador ha sido modificado de distintas maneras por las causas más banales. Sin embargo, hay más todavía.

—¿De qué se trata? —inquirió Norstad con cierta resignación.

—Están, entre otras cosas, las clonaciones y la manipulación de genes que se han realizado por siglos. Esto también es alterar la naturaleza. Ustedes han hecho que millones de seres no sean lo que debieran ser.

—Pues créame que siempre se ha hecho con la mejor buena voluntad.

—¡La buena voluntad sola no alcanza, almirante! —exclamó Valey Rogan—. Eso no puede ser un argumento para justificar cualquier cosa. Con frecuencia su raza ha rehusado analizar los pros y los contras de tal o cual acción. Y así, lo que a veces pudo parecer circunstancialmente bueno, luego se transformó para ustedes mismos en algo malo.

—Con todo respeto, gobernante, ese ha sido nuestro problema —replicó el almirante—. No veo por qué deban meterse ustedes en esto.

—Pues jamás nos hubiésemos interesado en estos menesteres propios de su raza, créame, almirante. Pero sucede que hoy ustedes están aquí, con nosotros, y hemos investigado con quiénes estamos tratando.

Y diciendo esto, los anders continuaron reseñando todo lo malo que, efectivamente, conocían del HS. En algunos pasajes, Rogan cedió su lugar a Seko Ari y a otros dos especialistas que lo acompañaban. En ciertos pasajes de su declaración hicieron énfasis en aspectos bélicos, religiosos o simplemente de naturaleza moral. La tecnología de que ellos disponían era inmensa y sólo así se explicaba que conocieran tanto del HS. Inútil fue la defensa que Norstad ensayó en diferentes ocasiones: de que el HS ahora no era así sino que había crecido en todos los aspectos posibles. Sin embargo, para ellos esto no tenía el mismo valor que a los del presente.

Finalmente, el almirante Norstad pidió la palabra y dijo:

—De acuerdo, gobernador Rogan. Le acepto todo lo que ustedes me están diciendo. Pero debo hacerle un par de observaciones antes de retirarme.

—¿Cuáles son?

—En primer lugar, nosotros no sabemos qué tan perfectos han sido ustedes en el pasado, aunque le aseguro que lo averiguaremos. Además, hay algo de nuestra cultura que ustedes no conocen. —Y, ante el gesto de sorpresa de los anders, repitió— Así es. Lo que ustedes no conocen es algo que nosotros llamamos perdón. ¿Qué significa esto? Que podemos haber cometido infinidad de errores, de equivocaciones, de actos fallidos, de contradicciones y hasta hechos vergonzosos, pero el Hombre Solar es aquel que sabe perdonar y se distingue especialmente por esta cualidad. Porque admitimos la imperfección en el prójimo, dado que nosotros mismos no somos perfectos. Sabemos bien que nuestra raza, en el pasado lejano, ha dejado mucho que desear, pero nosotros hemos perdonado a nuestros ancestros y, en vez de mirar atrás a lo que sucedió, preferimos mirar adelante adonde está lo que vendrá.

—Respeto su opinión, almirante, pero esa es la verdad: ustedes no nos interesan en absoluto.

—Es una pena, gobernador —dijo Norstad—. Perdonar es maravilloso, créame. Por eso mismo los animo a que busquen el tiempo necesario incluso en el rincón más inhóspito del cosmos, y cuando finalmente comprueben que apenas existen civilizaciones con nuestras mismas capacidades, espero que sigan recordando este encuentro y nos busquen. Ojalá lo hagan.

En el recinto reinó un profundo silencio en donde los anders lo miraron sin decir palabra. Finalmente, Norstad y sus colaboradores se pusieron en pie y el almirante simplemente dijo:

—Ha sido todo. Que les vaya bien, gobernador.

Esto produjo un efecto casi instantáneo en sus interlocutores. Rogan también se irguió y acercándose a él dijo:

—Nuestra opinión no cambiará. Pero valoro el gesto que usted ha tenido.

Y, diciendo esto, se saludaron brevemente. A continuación, Norstad, Merkosian, el Dr. Muir y Canals salieron del recinto dispuestos a comunicarse con la nave insignia. Pero antes de que esto tuviera lugar el almirante musitó:

—Nunca olvidarán este momento. Creen ser lo más grande y, sin embargo, han olvidado precisamente muchas de las cualidades que hicieron verdaderamente grande al Hombre Solar.

—Señor, me encargaré personalmente de investigar más acerca de su historia. —dijo Merkosian—. Tengo el pálpito de que algún día nos volveremos a encontrar.

Estaba finalizando el día en el planeta Anders y Canals les hizo notar que ya se veían algunas de las primeras estrellas en la transparente atmósfera de aquel mundo.

—Almirante a puente. Transpórtenos.

Segundos después, los cuatro desaparecían de la superficie de Anders materializándose, en cambio, en el puente de mando de la nave.

—Oficiales en sus puestos —ordenó Norstad—. Listos para seguir. Nos espera un largo camino por delante.

Sólo unos minutos más tarde, la nave se dirigía a otra región completamente distinta del Supercúmulo Hidra.

El Universo seguía esperándolos.

© Copyright de Daniel Verón para NGC 3660, Julio 2020