Entrevista realizada por José Jorquera
Israel Alonso (San Fernando, 1981) es un autor que cultiva los tres géneros a los que está dedicada la web. Ha publicado antologías, relatos cortos y reseñas en diferentes revistas digitales, webs, blogs, etc. Es editor de la Editorial Cerbero, donde ya ha lanzado seis títulos. Rubicón, Yabarí, Los príncipes de madera, CloroFilia, Domori y 36. Podéis encontrar más información en su página personal.
¿Qué te empujó al mundo de la escritura? ¿Cuál fue el motivo por el que empezaste a escribir?
Aprendí a leer muy pronto. Y descubrí un mundo, imagínate. Yo devoraba libros. El tiempo que otros perdían en tirarse piedras, correr detrás de una pelota o hacer el tonto en el recreo, yo lo pasaba leyendo. No solo libros. Tebeos también. Mortadelo y Filemón han hecho tanto o más por mi vocabulario y mi cultura que cualquier escritor de renombre. Yo leía. Mucho. También jugaba, ¿eh? No al fútbol, que siempre me dio urticaria, pero jugaba; y hacía el tonto. Pero leía mucho. Y en seguida me di cuenta de que aquello podía hacerlo yo mismo. Recuerdo primeros amagos en forma de viñetas, porque era más rápido y más fácil y más visual hacerlo así. Historias contadas con cuatro monigotes que yo, con media lengua, decía que eran punkis. En segundo de EGB, no soy capaz ahora mismo de hacer la equivalencia pero supongo que tendría unos seis o siete años, acababa las cosas que hubiera que hacer en clase y pedía permiso para ponerme a escribir. El profesor decía que bueno, que vale, pero solo si después lo leía en alto. ¡A mí! ¡Con lo que me gusta charlar!
El caso es que siempre he tenido facilidad para escribir. Se me da bien de manera natural. Por supuesto dedico esfuerzos conscientes y sólidos a mejorar cada día. Siempre estoy aprendiendo y dejándome enseñar. Pero se me da bien sentarme y plasmar mis ideas por escrito, crear mundos. Siempre he tenido demasiada imaginación. Por alguna parte tenía que salir.
Las ideas que encierra cada relato son la semilla que germina para imprimirse en el papel. ¿Cómo funciona tu proceso creativo? ¿Es más complejo encontrar una buena idea, la inspiración o escribirla?
Encontrar ideas es relativamente sencillo, a poco que tengas imaginación. El mundo está lleno de historias si vas con los ojos abiertos y la antena preparada para pillarlas, aunque sea en segundo plano. A cualquiera, si se pone, se le pueden ocurrir cien ideas para mil textos. Lo que todo el mundo acaba planteándose es si esa que se le ha ocurrido a él es original y si es buena, si no estará ya todo escrito y los pobres escritores están condenados a extinguirse en una implosión de conmiseración y rechinar de dientes. Pues, mire usted, puede que sea original, puede que no. Puede que antes que usted ya se le haya ocurrido a alguien. ¡Seguro que antes que a usted ya se le ha ocurrido a alguien! Hay que asumir eso. Uno va por la vida pensando que ha dado con La Idea, «uy, uy, uy, esto no lo ha hecho nadie… voy a partir la pana. Tendré una piscina de oro líquido en mi mansión de Escritor». Ya. Sí. Bueno. ¿No se le ha ocurrido antes a nadie? ¿Te has leído todo lo que se ha escrito al respecto? ¿En todos los países? ¿En pequeñas y grandes editoriales? ¿Autopublicados? Si es así, pues mira. Para ti la perra gorda. Pero tampoco considero que el objetivo de un escritor sea ser el más original. Sí que creo, en cambio, en contar las historias (por mucho que ya se hayan contado antes) con tu Voz Propia. Yo soy muy fan de Mundodisco y de Pratchett, en general. ¿Eran originales las novelas de Mundodisco? Así, de memoria, me vienen a la cabeza una parodia de El fantasma de la ópera (Mascarada) y una versión del Fausto (Faust Erik), además de innumerables guiños, referencias y versiones a lo largo de todas las sagas. ¿No son las tres brujas de Lancre una materialización de la figura arquetípica de la Triple Diosa, de las Moiras? Y, cambiando de tercio, ¿no es Roland de Gilead un trasunto de los caballeros de los mitos artúricos? ¿No era Frankenstein el moderno Prometeo? ¿No es la Biblia un conjunto de copiaypegas de textos y mitos mucho más antiguos?
El truco no consiste en ser más original que nadie al dar a luz una idea, sino en contarla con tu Voz Propia, volviéndola una obra única.
Yo suelo tener mil ideas al díay todas me parecen magníficas. Ni siquiera las apunto, eso me sirve de primer filtro. Si se me olvidan no merecían vivir. Luego, días, meses, años después pasa algo, veo algo en la tele, leo algo… y se me ocurre una segunda idea, que brilla en el aire lanzándome mensajes de alarma. Y me doy cuenta de que encaja con aquella, con esa que tuve y dejé madurar. Así suelen nacer las historias que cuento. De la suma de dos ideas que estaban destinadas a convivir.
¿Qué se esconde detrás de cada uno de tus relatos? ¿Piensas que una buena historia siempre ha de transmitir algo?
No soy un escritor de mapa, como suele decirse, sino de brújula. Es decir, que no suelo plantearme demasiado lo que voy a hacer antes de ponerme a hacerlo. Suelo dejar que los propios personajes, la propia historia, me pida lo que va necesitando y yo, esclavo de las musas, se lo concedo. Hay veces, no obstante, en que una de tus ideas requiere un trabajo previo de documentación, más o menos exhaustivo. Por ejemplo, durante un tiempo estuve tentado de escribir una historia en clave de humor sobre las historias narradas en el Nuevo Testamento. Soy profundamente, beligerantemente, no creyente, pero me parecía una idea digna de ser contada. Para ello, necesitaba ser implacable. Que me pudieran reprochar muchas cosas (que lo harían, sin duda), pero no inexactitud. Y me estudié de cabo a rabo todas las versiones de la Biblia que fui capaz de encontrar, los manuscritos apócrifos, textos del Qumrán, conexiones con otras religiones… Y algo importante, que normalmente la gente no tiene en cuenta cuando piensa en el trabajo de un escritor. Tuve que aprender los rudimentos de la vida diaria. O sea, si vas a escribir una obra ambientada en la Ur de los Sumerios te vas a encontrar con un problema. Tu personaje hará cosas. Tienen esa manía. Y esas cosas que haga estarán marcadas y delimitadas por lo que podía o no hacerse en la época elegida. Y al común de los mortales nos llegan conceptos generales como, por ejemplo, que en las Termópilas había un oportuno pase entre riscos y un acantilado, el nombre de los líderes de ambos ejércitos y que trabajaban sus abdominales con denuedo. Pero, cuando Leónidas tenía acidez de estómago… ¿qué tomaba para paliarlo? ¿Con qué se cortaban las uñas? ¿Era de buena educación asesinar al cocinero tras comer o no? Todos esos detalles son barreras en tu historia. Porque si no los conoces no podrás narrarlos. O te arriesgarás a meter la pata. Tampoco hay que obsesionarse, ¿eh? Pero a veces hay que documentarse.
Para WhiteStar (Palabaristas, 2016), una antología sobre Bowie que tuvo a bien coordinar la grandérrima Cristina Jurado, escribí un relato donde hilaba en una sola historia todas las canciones del disco Space Oddity, que en apariencia no tienen ninguna conexión entre sí. Además, conecté ese disco con la canción BlackStar, del disco que grabó justo antes de morir, creando un círculo entre un astronauta y otro, entre el Bowie mortal y el Bowie eterno. Pero quise darle una segunda capa de lectura. David Bowie era un entusiasta de la cábala. Y de Aleister Crowley. Si no soy creyente en el dios del Sinaí, que me lo encuentro hasta en la sopa desde que era pequeñito, imagínate lo que puedo yo creer en Satán o en la numerología. Soy un escéptico sin cura. Pero me arremangué y creé relaciones. Asigné una letra del alfabeto hebreo a cada capítulo de mi historia y cada capítulo a una canción y cada canción a un arcano del tarot. Y estudié las posibles visiones cabalísticas de cada una de estas capas de lectura, tanto desde el punto de vista que puede otorgarle Google a cualquier ser humano, como profundizando en las ideas de Crowley. El resultado es una locura. El noventa por ciento de la gente ni se dará cuenta de los detalles, pero son el armazón de una historia sólida. El diablo está en los detalles.
Así que detrás de mis relatos hay, a veces, documentación a nivel este-tipo-ha-perdido-el-oremus. En el resto de ocasiones, las más, lo que hay detrás es una serie de obsesiones y lugares comunes que tamizan siempre mis historias. Tiendo, incluso sin quererlo, a hablar de inmortalidad, de locura y de trascender el cuerpo físico. Y sí, creo que todas las historias deberían transmitir algo porque, de lo contrario, serían meras anécdotas.

Proceso creativo del relato “Whitestar”, de Israel Alonso.
Un detalle que me ha llamado la atención en tu perfil de autor, es que no has publicado, o al menos no he encontrado ninguna novela de tu autoría, tan solo relatos… ¿A qué se debe?
Bueno, en realidad algo hay, aunque no lo saco mucho a relucir. Ostento el dudoso honor de haber escrito (a pachas con Fernando Lobo, cantautor gaditano) la que, a día de hoy y hasta que se demuestre lo contrario, es La Primera Novela de Ciencia Ficción Ambientada en Cádiz de la Historia: Nosequé Nosecuántico. Catalogarla ahora como ciencia ficción se me hace duro, pero supongo que sí. CF blandita, blandita, en clave de humor.
El resto son cosas que o se están pergeñando en este mismo momento y de las que prefiero no hablar (o tendría que mataros) o proyectos que en algún momento acabarán fraguándose. Normalmente las cosas que hago se escriben ellas solas, yo solo pongo los dedos, el vehículo. Así que supongo que últimamente lo que quiere salir, lo que pide la vez, son relatos. Y estoy muy orgulloso de ellos. Han llegado muy lejos. Tengo uno, “Primera sangre” en la SuperSonic, me seleccionaron otro, “La misma lluvia”, para el Visiones 2016, he participado en un montón de buenas antologías, en otras no tan buenas… Me gusta lo que me está pasando.
Me gustaría saber cómo y por qué surgió la Editorial Cerbero y qué te ha aportado esta experiencia.
Pues ha sido un sueño de toda la vida. Editar los libros que me gusta leer, así de egoísta. Hay, ha habido y habrá gente haciendo muy buen trabajo editorial, pero también hay de lo otro. Gente que ensucia y embarra el oficio con su mala praxis. Yo creía tener algunas soluciones para algunos problemas que veía en el sector. Sin heroicidades, ¿eh? Como lector, tenía claro lo que quería de una editorial. Como escritor, también. De hecho, como escritor tenía clarísimo lo que no quería de una editorial. Tampoco es que tenga uno un bagaje tan amplio, pero de lo poco que he hecho me he encontrado con un poco de todo. Editoriales buenas y editoriales no tan buenas, gente con delirios de grandeza, usando a los autores como armas arrojadizas… De todo esto quien se resiente es primero el escritor, claro, pero al final acaba pagándolo también la obra y, por ende, los lectores.
A mí siempre me han encantado los bolsilibros, aquellos de Bruguera, por ejemplo, de La conquista del espacio, Selección Terror; las novelas cortas de A. Torkent (gaditano, para más señas), Silver Kane, Ralph Barby o el gran Curtis Garland. Cuando empecé a plantearme en serio lo de crear Editorial Cerbero quise reflejar esta pasión y resucitar el formato. No soy el primero que lo intenta ni el primero que lo consigue, pero yo quería hacerlos a mi manera. Reivindicar parte del encanto de aquellos libros pero traídos al siglo XXI, con las técnicas de ahora y tratando bien a los autores, que en aquella época eran máquinas de escribir con piernas y sombrero que firmaban con pseudónimo para resultar creíbles al españolito medio. Las novelas de género eran americanas, hombre, ¿quién iba a comprar una de un tipo que firmara como Pepe Povedilla? Aquellas eran llamadas novelas de a duro. Yo a duro no podía ponerlas, por eso de que tengo el vicio de comer a diario, pero me propuse que salieran a cinco euros de precio de venta al público. Precio final, IVA incluido. Una locura, vaya. Y, como aún me quedaban más ganas de intentar acrobacias suicidas, me propuse sacarlas de tres en tres. Y cada tres meses (en realidad son dos nada más, pero no se lo digáis a nadie, que me fastidiáis la tontería del tres, tres, tres). Y la cosa está funcionando, incluso mucho mejor de lo que me esperaba. El cariño que estamos recibiendo de los lectores es apabullante. Nos hacen unboxing de nuestros productos, nos felicitan constantemente, nos mandan gifs con corazones exultantes… Solo espero que el día que nos equivoquemos en algo aún sigan queriéndonos, aunque sea la mitad, que ya es un mundo. Creo que la cosa está funcionando porque era un plan absurdo. Y esos son los que funcionan. «¿Cómo vas a sacar los libros de tres en tres y con tan poco tiempo entre ellos? ¡Vas a saturar el mercado! ¡Nadie va a comprar!». Bueno, de momento eso ha resultado completamente falso. Incluso me atrevería a decir que el mercado está más vivo que nunca en cuanto a novelas cortas, en parte gracias a nosotros. Hay algunas editoriales que estaban trabajando esta extensión incluso antes que nosotros (con distinto formato, eso sí) y no pasa nada. Esto es como cuando ponen un bar delante de otro. Es motivo de celebración. Cuantos más bares haya cerca, más clientes tendrá cada uno. Nadie se para a entrar en un bar vacío. Nosotros estamos trayendo al mercado de novelas cortas títulos de alta calidad, por dentro y por fuera. Y eso también beneficia al lector. No ya solo por el precio, que es tan asequible como que por el precio de un libro te compras cuatro, sino, además, porque el hecho de que haya una o dos editoriales lanzando constantemente títulos de muy buena calidad al mercado, fuerza a las otras, a las que lo estaban haciendo mal, a ponerse las pilas. A mejorar su propio producto para estar a la altura. Nosotros sacamos novelas cortas a cinco euros en papel, porque es lo que vale ese libro. Y sacamos los ebooks de esas mismas obras a un euro con cincuenta, porque cobrar más por eso es una estafa. O así lo considero yo.
Una curiosidad. Cuatro de vuestros seis primeros títulos están escritos por mujeres. ¿Ha sido algo premeditado, desde la Editorial Cerbero apostáis más por las mujeres o ha sido casualidad?
Esa es otra de las líneas rojas de la editorial, sí. A ver, yo soy feminista. Lucho a diario por hacer de mi entorno un lugar mejor, también en ese terreno. Y soy consciente de que la brecha de desigualdad existente entre hombres y mujeres está presente de manera acentuada también en la literatura y el mundo editorial. Iria G. Parente, hace unos meses, hizo el experimento de colarse en una FNAC con papel y boli y ponerse a contar cuántas autoras había; por géneros, por temática, por categoría, por ventas… El resultado fue bochornoso. Los suplementos culturales de los diarios, que a lo mejor habría que quemarlos todos, cada vez que te recomiendan una lista de libros, aparecen los siete u ocho maromos de siempre. Y una mujer. Muy concreta. Que hace un tipo de libros muy concretos y tiene una actitud ante la vida que no genera demasiado malestar entre los gerifaltes falócratas de la cultura.
A día de hoy, hay varias iniciativas que ayudan a fomentar la literatura escrita por mujeres. Está, por ejemplo, Adopta una autora, que consiste en elegir a una escritora y darle visibilidad desde tus redes sociales, blogs o web, ya sea reseñando sus libros, hablando de su vida y obra o cosas así. Es genial. En estos días, de hecho, voy a adoptar a Conchi Regueiro. Luego está el hashtag #leoAutoras. Es fantástico que exista ese tipo de movimientos. Ayudan. Potencian. Pero, a ver, para que alguien #leaAutoras, primero habrá que #editarAutoras. Y ahí entro yo. Consciente del problema, me dispuse a atajarlo. No es que esté haciendo un esfuerzo sobrehumano para publicar a más mujeres que hombres, es que recibo novelas de mujeres con la calidad que exijo para mis títulos. Si no la tuvieran, no las publicaría. Pero, lo confieso, últimamente disfruto más leyendo a mujeres que a hombres. No sabría explicar por qué pero es así. Y eso se refleja en las decisiones que tomo como editor, claro está. Seguiré editando a autoras (y a autores, que no se asusten esos escritores) porque creo que es necesario que se haga y que se haga bien. Carmen Moreno, de Cazador de Ratas, tomó conciencia hace un mes del problema e hizo un llamamiento público para que le enviaran manuscritos de autoras. Porque se había dado cuenta de que apenas tenía una o dos en su planning editorial. No digo que se diera cuenta gracias a mí, digo que hacer las cosas bien crea un buen caldo de cultivo para que otros también las hagan. A fin de cuentas, es difícil ver el problema porque está muy incrustado. Hay que alejarse un poco para ver que sobre todo leemos a hombres porque sobre todo publicamos a hombres. ¿Las mujeres mandan menos manuscritos? Puede ser que exista menos participación. Lola Robles y Conchi Regueiro contaron cuando coordinaron Visiones que había habido participación femenina, pero no tanta como esperaban. Es natural. A donde no te quieren, no te esfuerzas en ir. Cuando las escritoras vean que se les está publicando, comenzarán a llegar más manuscritos de ellas. Es una pesadilla que se muerde la cola.
Hay que seguir luchando y creando iniciativas inclusivas. Concursos como Alucinadas, en su día dado a luz por Cristina Jurado con la batuta y bajo el ala protectora de Cristina Macía y Palabaristas. La última edición, coordinada por María Angulo Ardoy y Elena Clemente, habrá tenido, sin duda, más participación que el anterior. El movimiento se demuestra andando.
¿Qué me dices de nuevas colecciones?, ya que ahora te estás dedicando a las novelas cortas (bolsilibros). ¿Va a publicar antologías? ¿Novelas más largas? Por favor, ¡cuéntanos!
En bolsilibros hemos editado ya seis novelas cortas de la colección Wyser, de ciencia ficción. Tenemos pendientes dos más (mismo formato), la colección Argos, de fantasía, y la Tíndalos, de terror. Además de eso, este año publicaremos una colección de relatos de una única autora, que si todo va bien podría salir ya mismo, en abril, y una novela ucrónica y lisérgica que verá la luz a finales de año, antes de la HispaCon de noviembre.
Recomiéndanos las seis novelas que acabas de lanzar: Rubicón, Yabarí, Los príncipes de madera, CloroFilia, Domori y 36. ¿Por qué deberíamos comprarlas? ¿Qué nos vamos a encontrar?
Los seis títulos de Wyser son seis maravillas, aunque esté mal que yo lo diga. Algunos los comprarán por el precio, pero se quedarán en su memoria por la calidad de sus historias. El número uno, Rubicón, narra la historia de un hombre cuya cabeza ha hecho clic. Harto de obedecer órdenes, con la Tierra al borde de la extinción por un inminente meteorito, decide emprender una misión suicida y aparentemente inútil: llenar su nave con los mayores depredadores de la Tierra y llevárselos a Marte. Yabarí, la número dos, es ciencia ficción ecologista. Una novela que habla sobre la verdad y sobre cómo interpretamos la verdad. Cuenta la historia de una periodista que viaja a un planeta selvático a averiguar si son ciertas las barbaridades que dicen que los colones están llevando a cabo con los nativos. La tercera, Los príncipes de madera es una pieza musical perfecta. Nos narra el tránsito de la juventud a la adolescencia de un grupo de estudiantes. Su futuro es viajar a una luna desierta a ayudar en la extracción de un material precioso. Es una historia de crecimiento, como IT, como Sleepers, como tantas otras. Y la banda sonora es genial. CloroFilia es weird. Cristina Jurado es weird. La portada lo es. Aquí nos encontramos a Kirmen, un chaval que se está transformando. Porque es un elegido. Porque nadie sobrevive ahí afuera a la tormenta devastadora y eterna. Con Domori, de Sofía Rhei, nos encontramos con una guerrera domori, un pueblo bravo, aguerrido y rojo. Está dispuesta a vengarse de sus enemigos acérrimos, las abejas. Pero se topa con una retahíla de sorpresas que la conducen a replantearse absolutamente todo. Desde el principio. La número seis es 36 y es una pasada. Trata un tema que no había leído antes tratado de este modo. Va de inteligencias artificiales, tema recurrente en el imaginario de Nieves Delgado. De una en concreto, que tiene un problema con la identidad que le han asignado.
Aprovechando tu faceta de editor, ¿qué opinas del panorama editorial actual?
Creo que ya ha debido quedar más o menos claro con todo lo que he dicho hasta ahora. ¡No paro de hablar! Pero quizá podría añadir algo más. La industria editorial está mal, bastante mal, porque está construida con una perspectiva obsoleta. El ejemplo perfecto es el mundo musical. Todo el mundo se echa las manos a la cabeza con el tema de la piratería, pero nadie ve raro que un disco de Chenoa valga veintidós euros. O más. Reverte sigue publicando libros, a pesar de ser idiota confeso y la gente sigue pagándole un precio desorbitado por él. La cultura es cara, la cultura es cara. Pero, ¿por qué? ¿A dónde va a parar el dinero? Si lo miras desde la superficie, un autor suele cobrar entre un ocho y un diez por ciento de su obra (nosotros pagamos más, porque estamos locos). A primera vista, la reacción inmediata es preguntarse por qué demonios se lleva una editorial el noventa por ciento. ¡Malditas editoriales! No es tan así. La editorial acaba llevándose más o menos la misma miseria que el autor. ¿Entonces? ¡Las distribuidoras! ¡Que se agencian entre un cuarenta y un sesenta por ciento de cada libro! ¡Malditas distribuidoras! Pues no, creo que tampoco. Las distribuidoras negocian el precio que se lleva el librero también y lo sacan de ese porcentaje que se llevan. Porque el librero también tiene el vicio de comer y no pone los libros en su tienda por amor al arte. ¡Malditos libreros! Pero es que, si descontamos los gastos, todos los muchos y enormes gastos de cada uno de estos elementos en disputa… al final resulta que todos ganan la misma porquería que el autor. ¿Dónde demonios está el dinero, entonces? A lo mejor es que la maquinaria, la industria… el gobierno, nos pone unas condiciones de trabajo deplorables a los emprendedores en este país. Y a los distribuidores. Y a los libreros. Y a los escritores. Y a los lectores. ¡Malditos lectores!
Te vas al mundo digital y te encuentras que las aves de rapiña no sueltan la presa. Libros en digital más caros que su versión en papel. Existe. Lo he visto con estos ojitos que se van a comer los gusanos. Libros digitales caros, carísimos, para intentar rapiñar de ahí lo que no se gana de otro lado. Eso es mala praxis, por mucha hambre que se tenga.
¿Crees que las editoriales pequeñas acabaran desplazando a las grandes en cuanto a calidad, ya que no a comercialidad, de las obras?
Ya las han desplazado. El problema es que la gente, el lector medio, no lo sabe. Y sigue yendo al expositor de libros del Carrefour a la sección de MÁS VENDIDOS a llevarse lo último de Reverte y de Chenoa. Hace años que las independientes mueven mucho mejor material que las Grandes Firmas. Pero tampoco es que los lectores las premien en masa. Esto es un poco como lo de las escritoras y su inclusión. Si tanto os quejáis como lectores del precio de los libros, no los compréis. Buscad alternativas. No voy ni a hacer propaganda de mi propia editorial. Id a la web de Café con Leche y alegrarles el día comprándoles un puñado de libros a ellos y no a otros. Acudid en masa a Ediciones Paralelo y haceros mecenas de sus títulos. Id al rastro de Madrid a buscar a Layla Martínez y comprarle libros de Antipersona. Existimos por vosotros. Nos morimos, cuando toca hacerlo, por vosotros también.
¿En qué te basas para seleccionar una obra para su publicación? ¿Qué consideras más importante, la calidad de la obra, de la historia, lo innovadora que es, si posee, o no, viabilidad económica, o más bien es un conjunto de todas ellas?
Tengo en cuenta tres parámetros, en orden de importancia. CALIDAD. Si la obra no tiene una calidad abrumadora, para mí que soy quien la tiene que editar, no me vale. ORIGINALIDAD. Que no me vuelvan a contar otra vez la historia del niño que descubre una tierra de fantasía detrás de la pared de su cuarto, por favor. ¡CAMBIO! Aprecio, valoro y adoro, las obras que intentan cambiar los estereotipos establecidos. Que incluyen personajes en roles distintos a los habituales. Que dan visibilidad a sexualidades no normativas. A relaciones no convencionales. En realidad este epígrafe podría ser el mismo que ORIGINALIDAD, pero hay que especificarlo, porque hay quien no se entera. Estoy harto de leer la historia del aguerrido maromo con bigote que salva a la damisela en apuros, cuyo único valor en la trama, de hecho, es ser damisela en apuros salvable, y que acaban besándose a resguardo de una explosión nuclear a pesar de las iniciales reticencias de ella. Basta. Me aburro. Mátenme.
¿Podrías recomendarnos alguna novela que hayas leído últimamente que te haya enganchado, fascinado o que pienses que deberíamos leer dentro de los tres géneros de la web terror, fantasía y CF, con especial hincapié en autores nacionales?
La Montaña, de Juan González Mesa. Hay que leer esa maravilla. La mirada extraña, de Felicidad Martínez. Si no lo has leído aún, veinte minutos sin amigos. Róndola, de Sofía Rhei. Porque Róndola es tan Pratchett…
¿Hay más proyectos que bullan en tu cabeza? ¿Puedes adelantarnos algo en lo que estés trabajando para sorprendernos?
Hay muchas cosas en mi cabeza ahora mismo. Muchas. Algunas verán la luz este mismo año. Además del compendio de relatos de una autora (extranjera) que os he mencionado antes y la novela ucrónica lisérgica, es muy probable que aparezca una antología de múltiples autores un tanto peculiar. Habrá autores y autoras invitados y una selección abierta a envío de originales. Eso va a dar que hablar.
Agradecerte desde NGC 3660 el tomarte el tiempo suficiente para contestarnos, ya que sabemos que tienes una vida bastante ajetreada. Un verdadero placer. Las últimas palabras son tuyas.
El placer es todo mío. Llevo mucho tiempo queriendo salir por aquí, colgar un relato, algo, pero me daba nosequé preguntar. ¡Objetivo cumplido! ¡Y yo tan feliz!
Antes de decir adiós, quiero daros las gracias por darme la oportunidad de contaros mi larguísima milonga. Y a los grandes secuaces, siempre al pie del cañón, de MonoVampiro, autores de toda la imagen corporativa. Y a David Rendo y Cecilia G.F., que ilustraron con arte, maestría y genialidad nuestras seis primeras portadas. Y a mis autoras y autores.
Y gracias, mil, mil millones, a mi mujer, Virginia, y a mi hijo, Darío, la paciencia y comprensión que tienen conmigo a diario. Llevar Cerbero adelante es un esfuerzo que hacemos gustosos, pero es un deporte de riesgo y con mucho desgaste. Menos mal que me quieren tanto o más que yo a ellos.
Un saludo y gracias de nuevo.