Infierno nevado

|  Ismael Martínez Biurrum | Sportula | Histórica, Fantasía, Terror | 2015 |
| ISBN rústica: 9788415988724 | 274 págs. 16€

Por Pily Barba

[Reseña de la primera versión de la novela, año 2007]

Portada Infierno nevado

Infierno nevado es una de esas novelas que, tras un par de días después de su lectura, aún evoca en mi mente pasajes que terminan entremezclándose con la rutina y, cada vez que puede, la trastoca, dándome todavía qué pensar e insuflándome unas ganas irrefrenables de indagar en la historia de nuestros antepasados.

En la pasada edición de La Feria del Libro de Madrid, tuve el honor de conocer a uno de los autores que, en caso de no cejar en su empeño y conseguir extraer de su imaginación obras tales como esta, terminará poniendo el listón muy alto en la historia de la literatura de terror de nuestro país.

¿Terror? Pensaréis algunos. Sí, digo bien, terror. Pero antes de entrar en detalles, he de transcribir esa imagen que no deja de repetirse en mi memoria. Básicamente porque me apetece, pero, también, porque me veo en la obligación. Se trata del momento en que llegué a la caseta de Equipo Sirius (vuelvo al pasado; a La Feria del Libro de Madrid), cuando, esperando la llegada de otro autor, Tobías Grumm (quien también debía firmar ejemplares de su Encrucijada esa misma mañana), me topé con Ismael Martínez Biurrun. Dicho autor, aparentemente tímido, observador y paciente, venía de Pamplona con una obra bajo el brazo que hacía meses Equipo Sirius había editado; una historia que, según el propio editor, era una joya digna de tener en cuenta entre las grandes, pero, claro, y qué iba a decir él.

Mientras Jorge Ruiz Morales (el editor de Equipo Sirius), no dejaba de venderme el buen hacer de este autor navarro y lo impresionante que resultaba su Infierno nevado, yo no podía dejar de reconocer que ni había oído hablar del autor, ni de su obra. Efectivamente, a pesar de que Ismael estaba presente, hube de admitirlo muriéndome de vergüenza. Afortunadamente, se corrió un tupido velo en el momento en que Jorge Ruiz Morales me hizo saber que otro de nuestros genios del terror, David Jasso, recomendaba dicha novela. Así, el paciente guerrero de aquella portada que hasta el momento había llamado más bien poco mi atención, tomó automáticamente otro cariz y empezó a aguijonear mi curiosidad de manera insistente.

De esta forma, ese dos de junio, Infierno nevado vino a casa bajo mi brazo, al mismo tiempo que una promesa continuaba vibrando en el entorno de El Retiro de Madrid. Ismael Martínez Biurrun, con ese estoicismo que caracteriza a los de su tierra, me pidió un favor: una vez leída su novela y si decidía verdaderamente reseñarla en mi web, una servidora debería hacerlo de manera honesta, indicando lo bueno y lo no tan bueno. Contra viento y marea. Su mirada, sincera y decidida, me decía que así lo deseaba; que no lo decía por decir, que ansiaba aprender y, al mismo tiempo, me asegurada que cualquier comentario, aunque éste fuera negativo, sería bienvenido. Todo eso afloraba a su expresión, estoy segura: lo veía en sus pupilas, en su pose, en sus modales, al tiempo que no dejaba de transmitir una férrea seguridad en su obra y, quizá por eso, de algún modo me sentí retada. Al mismo tiempo, yo le aseguré mi total sinceridad, puesto que él tampoco me conocía; ni a mí ni a NGC, y por ello no podía saber que mis comentarios o, mejor dicho, mi filosofía a la hora de hablar de un libro, es la de hacerlo desde el respeto al autor y desde el optimismo, y así, siempre, o eso espero, se intuye qué obras me han gustado más y cuáles menos. También, imagino, en mis maneras se debía adivinar mi confianza, puesto que, si él contaba con el As en la manga de su estupenda novela, yo contaba con el criterio de otro gran autor, David Jasso, en quien confiaba a pies juntillas. Por lo tanto, si todos los presagios se cumplían, ambos sabíamos perfectamente qué saldría de la lectura de Infierno nevado.

Respecto a la novela, a pesar de ser una obra enmarcada perfectamente dentro de la novela histórica, también lo hace (o debería hacerlo) dentro del género de terror, y de entre todas sus vertientes, Ismael, ha decidido decantarse por aquella que tiene que ver con las pesadillas y lo sobrenatural; con los dioses y las criaturas cuasi imposibles e indestructibles: se basa en un sueño del mismísimo Lovecraft. Según nos adelanta su contraportada, dicho autor (Lovecraft), la noche de todos los santos, tuvo una especie de visión, o sueño, en el que una avanzada de legionarios romanos se adentraba en las tierras de los vascones (actualmente conocidos como vascos), en busca de lo que supuestamente les había arrebatado aquella Raza Antigua que, mediante sus creencias y sacrificios a los dioses del mismísimo averno, tenía asimismo amedrentada a la primigenia población de aquella región.

Ismael Martínez, con todo el respeto y la admiración que cualquier lector y/o autor de terror pudiera tenerle (se aprecia perfectamente), trata de recrear el sueño que Lovecraft tuvo y no llegó a desarrollar. Tomando las principales premisas que este otro genio apuntó, Ismael, construye un pasado histórico donde los lectores serán capaces de contemplar en primer lugar, y casi en primera persona, aquellas tierras que genéricamente fueron denominadas vasconas. En segundo lugar, tendremos una amplia perspectiva de lo que pudieron ser los mismos vascones y su entorno (en la aldea donde el general romano Gneo Pompeyo Magno decidió esperar ese envío de trigo que debía venir desde Aquitania); su manera de ser, algunas de sus costumbres, y también, cómo no, un clásico de su mitología dotado de vida y derrochando pavor.

Infierno nevado se centra asimismo en los tiempos de la guerra Sertoria (Pompeyo Magno contra el infiel Sertorio), aquí, en Hispania. Dichas batallas, al igual que aquellos que las encabezaban, realmente existieron, y en Infierno nevado tenemos la ocasión de imaginar cómo sucedió todo, visualizándolo casi al mínimo detalle; parajes descritos con increíble veracidad, o el comportamiento tanto romano como vascón, antes, durante, y tras la pesadilla. Por otra parte, nos lleva de la mano de las tropas con una soltura que parece querer darle a su autor una experiencia que es imposible que pueda tener: con pasmosa sencillez, y aparentemente el mismo grado de credibilidad, asistiremos a esos días que acontecieron a la llegada del cargamento de trigo venido de tierras francesas.

Y, también, cómo fue el comienzo de la pesadilla, en el momento en que Pompeyo Magno, desesperado e impotente, viendo asomar el inminente invierno y por descontado el hambre futuro entre los miembros de su tropa, hubo de enviar una avanzadilla a las montañas, donde se decía que sus habitantes, los Antiguos, habían interceptado dicho cargamento.

Por supuesto, Infierno nevado narra las vicisitudes de esta expedición, comandada por un valeroso Arranes que, además, existió en la vida real y encarnó a ese héroe vascón formando parte del ejército romano a las órdenes de Pompeyo Estrabón, padre de Pompeyo Magno. Pero, Arranes, a pesar de ser uno de los pilares de la obra de Ismael, no es el único. También está el escribano Celio Rufo (que existió igualmente y, según parece ser, Lovecraft soñó haberlo encarnado), o el tribuno Marco Arrio.

Cierto, estos tres nombres son pilares innegables de una historia mayúscula, y también Pompeyo Magno. Pero, volviendo a esos tres que tantos sentimientos terminan arrancándonos, Arranes, en primer lugar, es un ser enigmático y con un carisma embriagador, gracias al cual es capaz de llevar tanto a romanos como a vascones a una muerte casi segura. Arranes, a partes iguales, es el típico héroe que todos imaginamos; bravo, inteligente y noble, pero también, aquel capaz de desbordarnos con reacciones inequívocamente humanas, de esas que ni uno mismo espera en un momento también inesperado; las mismas que al propio individuo le desarman y le descorazonan.

Por otra parte, Celio Rufo es la sensibilidad personalizada; una fiel representación (o eso creo), del romano de la época; con sus mismas inquietudes, costumbres, creencias y gustos. Celio Rufo, cuenta lo que sucede en primera persona, pero ya desde la locura, la superstición, y el miedo a lo desconocido; a través de una mente apresada por la pasión que siente hacia el que es casi su amo: Arranes.

Marco Arrio, por último, es el rival perfecto de Arranes. Como Celio Rufo, es romano hasta la médula, pero de otro modo; del modo más arrogante y servicial a su patria: encaja perfectamente en su papel de típico grano en el culo.

Pero continuar explicando que los personajes de Infierno nevado han sido perfectamente moldeados y humanizados, tal vez sea perder el tiempo. Nada de lo que pueda decir, creo, dejará entrever esa misma coherencia que los habitantes de estas páginas derrochan de continuo. Ni la cohesión de la historia, o lo agradable que resulta de principio a fin. Al comienzo, por esa magia con que nos traslada a los primeros siglos de nuestra historia (después de Cristo), y hacia la mitad y el final, por la oscuridad Lovecrafiana, de la misma manera magistralmente representada.

Por eso mismo, quizá tampoco consiga gran cosa al añadir que toda la trama se desarrolla envuelta en un entorno misterioso; cargado de malos presagios, morbosidad y negrura; que la aventura, nos hará sentir ese miedo a lo desconocido, esa desesperanza soldadesca, al mismo tiempo que su misma barbaridad. Y que, por descontado, seremos testigos de la nobleza y de la valentía de unos pocos; del derramamiento de su sangre, mientras las constantes calamidades se van sucediendo, como es el sometimiento a ese frío que el mismo título anuncia. Pero, sobre todo, ¡por encima de todo!, está el horror, la desesperanza, la locura, la paranoia y el hálito del averno en forma de terrible e implacable criatura (¿o eran criaturas?), rodeando nuestros pensamientos y acompañando constantemente a nuestra lectura.

Tanto se encierra en esta narración, que me ha capturado hasta la médula…

Pero nada más diré porque, bien que mal, creo que una cosa está clara: cumplí mi juramento. Reseñé Infierno nevado como mejor he sabido: desde la admiración y en todo momento desde el corazón.

Por ello, ya solo me queda añadir, que a pesar de que este año he leído mucho y muy bueno, Infierno nevado es, sin lugar a dudas, una de las mejores obras que han caído en mis manos. Desde luego de las más originales. De las que dejan huella.

© Copyright de Pily Barba para NGC 3660, Noviembre 2017