Por Toni Ávila
Suspiró y recogió dos platos. El tercero seguía delante de su hijo. El pequeño Alicornio se había negado rotundamente a cenar alfalfa hervida y ella había sido tajante: no se levantaría de la mesa hasta que se la hubiera acabado.
Estaba tan cansada… Ese mismo día Pegaso, su marido, había vuelto del trabajo con las pezuñas llenas de barro dejándolo todo perdido. Aún espera una disculpa. Desde luego, no es fácil la vida de una unicornio ama de casa.
Ah… Cómo le gustaría ser un Humano, esos seres hermosos y mágicos de los cuentos.
© Copyright de Toni Ávila para NGC 3660, Octubre 2016