Herederos de Cthulhu

|  VV.AA. | Kokapeli Ediciones | Prólogo y coordinación: J. Javier Arnau | eBook | 
| Terror | 2016 | 258 págs. | 3,10€ |  ISBN: 9788494531439 |

Por Alberto Martínez

Hace unos días, por suerte o por azar, un alma afín a las fantasmagorías que suelen poblar mis lecturas me brindó la posibilidad de adentrarme entre los insondables márgenes de un nuevo grimorio. Al ojear su título, un extraño hálito primigenio cautivó mis sentidos. En algún lugar de la habitación, las sombras cobraron vida en un parpadeo imperceptible: «Herederos de Cthulhu», susurraron mis labios antes de que mi mente tuviera tiempo de detenerlos.

—¡Tentáculos! —exclamé entonces.

La emoción me embargó unos segundos antes de embarcarme sobre la página,  y si usted que tiene a bien el leerme ya ha sentido la familiaridad de algunos de los términos ultradimensionales que inician esta reseña, es que vamos por buen camino.

Los Mitos de Cthulhu son cada vez más conocidos entre los diversos lectores aficionados a la fantasía, el terror y la ciencia ficción. Engendrados en torno a la figura del escritor estadounidense Howard Philips Lovecraft, allá por los inicios del siglo XX, pasarían desapercibidos para muchos hasta que un grupúsculo de adoradores y escritores del entorno lovecraftiano se decidieran a ordenarlos y reunirlos; a completarlos y reiniciarlos, como piezas de un puzle eternamente incompleto que viaja entre generaciones de lectores y escritores de todo el mundo. Esa es la maravilla de los Mitos, y también una de las maravillas de esta antología, que los muchachos de Kokapeli Ediciones, coordinados por J.J. Arnau, han tenido a bien invocarnos.

Si se ha leído a Lovecraft, a Derleth, a Clark Asthon Smith, a Robert E. Howard, a Frank Belknap Long, a Ligotti, a King, a Pratchett, a Gaiman, a Robert Bloch, a Clive Barker y a tantos otros maestros del cosmicismo,  puede estar seguro de que el libro le despertará anheladas sensaciones familiares.

Sé que al relacionar estos nombres corro un gran riesgo. Hablamos de los compositores últimos, los grandes maestros del género, creadores y continuadores definitivos del horror cósmico. Lo cierto es que en los últimos tiempos uno suspira por encontrar nuevos textos que estén a la altura del cenáculo de Lovecraft, relatos que nos devuelvan ese abrazo primigenio, que nos dejen caer en los brazos de Phobos y Deimos mientras escuchamos la siniestra melodía de los zánganos de Azathoth, flautistas del abismo interestelar que componen junto al caos informe la grotesca sinfonía del fin de los tiempos. Por eso creo necesario apelar a los grandes, porque los autores de Herederos de Cthulhu han sabido continuar con acierto su legado. La diversión de la lectura, en este caso,  radica precisamente en esto: la obra es un homenaje constante, un baile de referencias grimoriales, de saltos de página necronómica, de nombres prohibidos y entidades cósmicas indescriptibles que harán las delicias de todo buen amante del género. Recomiendo especialmente su lectura para aquellos que ya se han paseado por el panteón lovecraftiano y esperan convertirse algún día en cosmicistas.

Esta antología está plagada de horror, fantasía y ciencia ficción escrita por aquellos que mejor saben interpretar los Mitos de Cthulhu: sus lectores (convertidos aquí en continuadores). La variedad de estilos y tonos de los relatos ofrece una panorámica de los clásicos del universo tentacular junto a innovadoras y retorcidas narraciones que revisitan el género. Viajaremos desde la emergida R’lyeh hasta la España de la guerra civil, pasando por la Nueva Inglaterra de Lovecraft o las exóticas fronteras de Ptolemais; esbozaremos alguna que otra sonrisa surcaremos dimensiones y tiempos desconocidos y, cuando nos hallemos confiados, arrebujados en nuestro rincón de lectura favorito, creyéndonos dueños de la página, aparecerán en sus márgenes los grotescos y viscosos tentáculos del horror cósmico para recordarnos la crueldad de esta endiabla tortura que llamamos vida. En este sentido, mención especial me han merecido «Advenimiento» de Pablo García Naranjo, o «Final del trayecto» de Ramón Muñoz Carreño.

Pero volviendo a las peculiaridades de este tipo de compilaciones, siempre se ha hablado de la hermandad de los Mitos. Los expertos en la materia suelen denominarlo «el círculo de Lovecraft», pero delimitan este círculo entre aquellos que de un modo u otro publicaron en tiempos del maestro (como a muchos nos gusta llamar a H.P.). De entre ellos, unos pocos tuvieron la suerte de heredar su permiso, sus consejos o su compañía en la autoría de los relatos. Y aunque siga  sorprendiéndonos, a lo largo de toda su vida literaria, Lovecraft solo pudo ver  editada una de sus historias fuera de los circuitos de la prensa minoritaria. Movido por su enfervorizada afición a las letras, se interesó por todas las publicaciones amateurs, periódicos locales y ediciones singulares que cayeron en sus manos. Muchas de estas reliquias eran menospreciadas y consideradas literatura «barata» por los grandes editores de la época, especialmente las que acogían a escritores no profesionales, que se financiaban con escasos fondos y se imprimían y distribuían pobremente entre amigos y lectores ocasionales. Lovecraft publicó en ellas algunos de sus primeros escritos, y no tardó en hacerse corresponsal de la UAPA (United Amateur Press Asociation), de la que fue nombrado presidente durante 1917. Apoyó, fomentó y compartió su pasión por la literatura con todos aquellos que se lo permitieron. La ciencia ficción, el terror y la fantasía se convirtieron en fieles aliados de sus pensamientos y emociones más intensas. Fueron aquellas revistas de papel barato y difícilmente conservable las que mecieron sus inquietudes como creador de mundos; las suyas y las de muchos otros creadores que el tiempo y el público se han encargado de recuperar. Esta compilación me ha parecido una más que admirable veneración a su legado, y un particular homenaje para todos aquellos incautos y temerosos escritores que, en estos oscuros tiempos, se atreven todavía a emprender la sagrada aventura de la palabra escrita.

Que las babas del Gran Cthulhu caigan sobre ellos y los cubran de deleites.

© Copyright de Alberto Martínez para NGC 3660, Septiembre 2016

Los autores y los cuentos:

Prólogo por J. Javier Arnau. Beatriz T. Sánchez con «Los ojos de Yog-sothot». Javier Redal con «El horror sin nombre»Nieves Delgado con «El color que salió del agua»Laura López Alfranca con «Arrastra las palabras»Heberto de Sysmo con «El cuadro negro». Juan José Tena con «El heredero». Marta Martínez Velasco con «La invocación». Pablo García Naranjo con «Advenimiento»Aída Albiar con «La Hermandad del umbral de la vida». León Arsenal con «Whateley terminal»Sergio Mars con «Yamata-no-orochi». Javier Arnau con «En el inframundo»Sonia Córdoba y Alberto Valverde con «Origen»J.E. Álamo con «Abdel Muta’al». Ramón San Miguel con «Infiltrada»Gabriel Romero de Ávila con «El demonio está aquí»Ramón Muñoz con «Final de trayecto».