Por Ángel Ortega
Lo sujetó con firmeza y notó que, si metía los dedos entre las patas, podía agarrarlo perfectamente con una mano.
Volvió a escuchar otro golpe muy fuerte: la pared que tenía a su derecha tembló y del techo cayeron varios trozos de escayola.
Era el momento de largarse.
Franz echó a correr para salir por donde había entrado. Cuando pasó junto a Figueroa éste le amenazó con el puño y dijo algo que no pudo entender.
—Vete a la mierda —le respondió Franz, dándole una patada en la cara. El tipo cayó de espaldas y se quedó allí sin moverse.
Franz siguió con su huida. Cruzó a la otra sala y vio que Greyland ya no estaba: solo quedaba el grillete colgando de la pared, aún oscilando. Buscó con la vista por donde continuar, ya que él había llegado inconsciente y no sabía qué salida era la correcta. Encontró una puerta abierta, que sería la que Greyland había usado, y corrió hacia ella.
Llegó a un pasillo estrecho forrado de madera. Otro golpe fuerte parecido a un terremoto hizo temblar tanto la estructura que Franz tropezó y cayó, levantándose inmediatamente después.
La lámpara de cristal se desprendió y se estrelló a menos de un paso de su izquierda. Franz siguió corriendo.
Llegó a otra habitación grande, llena de sillas dispuestas como en un auditorio o una sala de reuniones. Las paredes volvieron a temblar. Tenía tres puertas: eligió la más cercana y cruzó por allí.
Alcanzó unas escaleras, con su tramo de subida y de bajada. Optó por bajar. Todo el edificio se movió como si se fuera a hundir. Paró y se sujetó a la barandilla esperando a que el temblor cesara, y escuchó un gritó que venía de arriba y parecía acercarse. Un tipo vestido de negro pasó por delante de sus ojos por el hueco de la escalera y, sin dejar de gritar, desapareció hacia abajo para terminar en un ruido pastoso como el de un saco de cebollas estrellándose contra el suelo. Un trozo de barandilla que debía venir del mismo piso le siguió un instante después, emitiendo un estruendo metálico al llegar a su destino.
El meneo se suavizó y Franz corrió escaleras abajo.
En el piso inferior se encontró con un armario derribado que le dificultó el paso. Trepó para evitarlo y, cuando estaba justo encima, otro temblor aún más fuerte hizo crujir todo, desde al armario donde se apoyaba hasta los cimientos mismos de la casa.
La estructura de madera cedió y se desarmó por completo. Franz rodó y se dio un golpe en la cabeza contra un escalón. Sin soltar su dinosaurio de plástico se incorporó tambaleándose y se tocó con la otra mano. Tenía sangre, pero no era mucha. Si su cabeza estaba antes machacada por el dolor, ahora parecía que le iba a estallar.
Otro estruendo acompañado de un rugido lejano reverberó y el suelo se resquebrajó a un metro de él.
Saltó por encima de la grieta y continuó su huida hacia abajo.
La escalera se terminaba justo allí. El tipo que había caído estaba hecho un guiñapo en una postura imposible y el trozo de barandilla que le siguió se le había clavado en medio de la cabeza. Una silla desportillada, unas bandejas y un montón de cristales rotos alfombraban el rellano. Un par de trozos de ladrillo y escayola cayeron y se amontonaron junto al resto.
El acceso terminaba en una puerta metálica. Estaba oxidada y sucia, era muy vieja y tenía la marca de una mano ensangrentada, seca pero completamente reconocible.
Aquello estaba fuera de lugar. Otra grieta en la realidad. Pero volver arriba podría ser peor.
La bloqueaba un cerrojo. Lo desplazó con esfuerzo, ya que parecía que hacía bastante tiempo que el mecanismo no se movía. Le pasó igual con la puerta misma: aparte de lo mucho que pesaba, los goznes chirriaron reticentes, pero finalmente consiguió abrirla un par de palmos.
Otro temblor fue acompañado de un estruendo de cosas cayendo por el hueco de la escalera. Franz cruzó el umbral como pudo (apenas cabía por la abertura), pasó al otro lado y tiró de la puerta.
Ésta se cerró con un chasquido metálico, que retumbó con varios ecos. El ruido de la casa derrumbándose se apagó de golpe, como si se hubiera transportado a un lugar totalmente distinto.
Franz se volvió y se quedó inmóvil.
© Copyright de Ángel Ortega para NGC 3660, Marzo 2017