Flores muertas – Reed.

 

Por Pablo Martínez Burkett

«L’Univers est Mental, il est contenu dans l’âme du Tout».

Le Kybalion, pág. 51.

Étude de la philosophie hermétique de l’ancienne Égypte & de l’ancienne Grèce par trois initiés.

Últimamente estoy durmiendo muy mal. Sí, es cierto, no es algo infrecuente en mi línea de trabajo. Pero de un tiempo a esta parte me despierto atormentado, nadando en sudor y sobre todo, con una pungente incomodidad. A usted no puedo mentirle, querido amigo: es esa incomodidad la que me saca del sueño. Si bien no son cosas de comentar, sospecho que siendo algo habitual entre varones prudentes, tanto más sucederá a colegas de rubro. Igual coincidirá conmigo: es harto vergonzante. Y por si hiciera falta, quiero ratificarle que he intentado su conjura sin ahorro de énfasis alguno, pero ni el cilicio ni el gato de las nueve colas han tenido la eficacia de otras veces. Y el horror no mengua. Y está empezando a afectar mi desempeño. Poco a poco se me van borrando los límites entre realidad y desatino. Al principio me consolaba imaginando que era un estadio transeúnte. Usted bien sabe, amantísimo padre, de las soledades que conlleva nuestro oficio. Pero con cada nuevo amanecer es más terrible. Y ya no quiero dormir.

Lo acontecido esta mañana me ha precipitado a invocar su amparo de capellán y confesor. No deseo ocultar nada. Aunque sé que es siempre el mismo, por obra de extraño portento me está vedado recordar los abismos de impiedad por los que discurre mi sueño. Anoche fui objeto de una ferocidad inaudita y la vigilia me acogió en penoso estado. Acudí al remedio salutífero de una ducha helada. Mientras soportaba esta nueva tribulación, todo intento de aseo me arrancaba un aullido. Con el pudor y recato que nos impone la Santa Regla, bajé la vista y descubrí un rosario de laceraciones y úlceras. Usted me conoce desde pequeño, querido Monsignore, usted tiene que creerme cuando declaro que no eran causadas por algo que hubiera ocurrido en el mundo sensible. Por eso estoy aquí, implorando de hinojos me releve de mi ministerio. Un vórtice abominable me reclama. Ahora que lo he visto, mi espíritu no puede sobrellevar lo porvenir. Porque hoy, Eminencia Reverendísima, hoy, me fue dado vislumbrar fragmentos de mi pesadilla. O más bien, me asaltó el eco de una admonición onírica donde una voz a mis espaldas, con aliento a flores muertas, reprendía a una niña de cabellos rojos: —Lilith, ya te he dicho que no se juega con la comida. Además, el padre Merrin es mío.

© Copyright de Pablo Martínez Burkett para NGC 3660, Julio 2017