La víspera del Día de Muertos sorteamos quién vigilaría el camposanto durante los festejos. La mala suerte quiso que fuera yo. Desde la tapia del cementerio, miraba a mis amigos disfrazados, bailando con las muchachas, y se me revolvían las tripas de envidia. Así me distraía cuando vi a una chica muy linda con el vestido embarrado que caminaba entre las lápidas. Estaba pálida y se apretaba el brazo contra el pecho, como si estuviera herida, mientras registraba con afán los huecos de los nichos. Le ofrecí mi ayuda, pero ella negó con la cabeza y se alejó tristemente. Era tan bonita. No volví a verla, pero encontré lo que había perdido. Al anochecer descubrí lo que parecía una tarántula blanca correteando a los pies de la verja. Cuando la atrapé, me acarició los dedos y observé que llevaba un anillo de bodas. Hasta sus uñas eran lindas.
© Copyright de Eva Díaz Riobello para NGC 3660, Noviembre 2017 [Especial Halloween]