Ein Kinderspiel, lo tituló un periódico

 

Por Daniel Pérez Navarro

Al extraño le pusieron un nuevo nombre: Tinto Tres. Le pusieron ese nombre porque así se llama el lugar en el que le dieron trabajo, el muelle de la foránea Rio Tinto Company Ltd., y fue el tercero que contrataron aquella mañana.

El estibador se apiadó y lo empleó a su cargo. Permitió, sin obligación ni necesidad de ello, que el extraño, Tinto Tres, se alojara en el mismo Muelle del Tinto.

El acuerdo es bueno: comida y alojamiento a cambio de trabajo.

No todos los estibadores son así. Este es generoso. Así se lo recuerda a Tinto Tres.

Entre el agua y las vigas de madera de su armazón, asentadas en el fondo de la ría, queda un espacio habitable para Tinto Tres que el estibador encontró para el muchacho. Es provisional; también es pequeño; pero él más no necesita, y caben sus pertenencias: una manta y una caja de zapatos que utiliza como aparador.

Tinto Tres es dormilón. Cuando el estibador llega al Muelle de la Rio Tinto Company Ltd., alrededor de las cinco de la mañana, siempre lo encuentra dormido. Y eso que Tinto Tres puede echar una cabezadita de veinte minutos después del almuerzo, pero el muchacho, cuando se trata de dormir, es insaciable. El estibador se lo recrimina de buenas maneras. Es un hombre indulgente.

Tinto Tres disfruta de intervalos de inactividad. No puede abandonar el muelle, pero puede entretenerse con sus cosas. Lo raro es que Tinto Tres no encuentre nada que hacer en esos descansos. Se sienta al borde de la tarima de madera y mira al mar. A veces está nublado, de modo que no ve más allá de dos palmos. Otros días tiene suerte y la niebla no es tan cerrada, o se dispersa, o no asoma.

La madera del muelle es de Pino Tea Embreado y Pino Rojo del Báltico. A Tinto Tres le encanta olerla, tanto que memorizó su origen. Trabaja en la plataforma superior, por cuyos raíles circulan los trenes que acarrean la piedra extraída de las minas, en la parte que se adentra dentro del río Odiel, completamente rodeado de agua.

Uno de esos momentos en los que Tinto Tres está sentado en la tarima de madera mirando en dirección a la niebla, otro niño, Odiel Cuatro, se acerca por detrás en silencio y le asesta un golpe en la cabeza con un listón de madera. Odiel Cuatro lo había hecho antes: se acercó con sigilo por detrás y, como un jugador de golf que practica su swing, le golpeó en la cabeza con el mismo listón. En aquel instante la cabeza de Tinto Tres cayó como un bolo. Ahora también ha perdido el conocimiento. Tinto Tres, aturdido, trata de recordar. Odiel Cuatro está sentado junto a él, doblado de la risa. «Uno de estos días, del golpe que te doy, te mato», dice Odiel Cuatro sin parar de reír.

Odiel Cuatro trabaja también en el Muelle del Tinto, pero no con el mineral, sino en una cocina. Como es el único amigo de Tinto Tres, cuando tiene un rato de descanso se acerca al muelle en su busca. A veces, Odiel Cuatro habla con mucha gracia.

Odiel Cuatro es bueno en lo suyo. Le ha contado a Tinto Tres, con detalle, la manera de destripar un cerdo. Tinto Tres podría enfundar morcillas con los ojos cerrados sólo de oírle. Si Odiel Cuatro no está de humor, porque recibió algún golpe inesperado, se sienta junto a Tinto Tres en el muelle y también mira hacia el mar. Ahora ha descubierto que le sienta mejor devolver el golpe, de manera que, ya lo ha hecho un par de veces, si está de mal humor, agarra un listón de madera y golpea a Tinto Tres en la cabeza. El remedio tiene efecto inmediato: escucha los dos golpes, el primero del listón contra la cabeza de Tinto Tres, el segundo de la cabeza de Tinto Tres contra la tarima de madera del muelle, y Odiel Cuatro empieza a reír. Como es su amigo, luego lo consuela y le ayuda a lavar la herida.

Tinto Tres sabe que Odiel Cuatro dice la verdad. Un día, uno de esos golpes va a matarlo, de modo que se adelanta a los acontecimientos. Al día siguiente, Odiel Cuatro llega al muelle de buen humor. Ambos hablan con tranquilidad, sentados en la tarima de madera. Tinto Tres se levanta, agarra un ancla pequeña, una que pueda levantar con soltura, se acerca por detrás a Odiel Cuatro y le golpea en la nuca con todas sus fuerzas.

El golpe es sordo. La niebla, espesa.

El golpe pasa desapercibido entre los ruidos del muelle.

Con la rapidez que le enseñó el estibador, envuelve a Odiel Cuatro con cuerdas y lo ata a un ancla pesada. Luego empuja el fardo bien atado hasta el mismo borde y lo deja caer. Por último, limpia el muelle.

El inconveniente del sistema de cimentación sobre plataformas de madera del fondo de la ría es que no puede dragarse en sus inmediaciones. La profundidad es de unos quince metros. El agua es turbia y nadie nada en ella, salvo unos peces de mal sabor y feo aspecto que agradecen las viandas.

© Copyright de Daniel Pérez Navarro para NGC 3660, Junio 2017