EXPERIMENTO PHAUNA: 7
Por Juan Antonio Fernández Madrigal
Me imagino que estaría despertando, la duermevela es traicionera en ese aspecto, cuando me encontré diciendo:
—Estoy hablando contigo.
—Ni vos ni yo podríamos negarlo —contestó una voz que sólo se me ocurrió calificar de barroca.
—Pero eres un gato.
—Mmm… Casi perspicaz. Si no fuera evidente.
—Y dime… ¿cómo ha sido que hemos empezado esta conversación?
—A ver, rememoremos: os quedasteis solo en vuestro precioso jardín, medio dormido en la hamaca; hubo un bostezo, me subí en vuestro regazo a afilarme las uñas, me mirasteis distraído y justo a continuación empezasteis a hablar como quien no quiere la cosa. En realidad no puedo decir que haya sido muy educado por vuestra parte.
—Es que no esperaba respuesta de un gato, hablaba para mí mismo. Cualquiera sabe si dije alguna tontería…
—Si me lo permitís, me abstendré de opinar al respecto.
—¿Y a qué se debe esta alucinación? ¿He masticado de nuevo Flor de Hadas, o estoy soñando?
—Oh, no creo probable la indigestión por Flor de Hadas: no habéis encontrado tal vegetal desde que os instalasteis en este jardín. Más bien se trata de una puerta a Irrealidad que abristeis en la duermevela. Pero si deseáis que recurramos a la reducción al absurdo, estoy dispuesto a arañaros el muslo.
—Espera, espera un momento… tengo que coger mi cuaderno.
—Estad tranquilo.
—Ya está. Ahora, dime.
—¿El qué?
—Pues… no sé. Supongo que un gato que arranca a hablar tiene muchas cosas interesantes que contar a alguien que explora irrealidades.
—¡Desde luego que no es la primera vez que hablo! ¿Cómo podría dominar el sarcasmo si estuviera aprendiendo a juntar palabras?
—¿Qué sarcasmo?
—Dejémoslo. Contadme mejor sobre vos: ¿qué anotáis en ese cuaderno?
—Pues… puertas recién descubiertas, avisos a futuros exploradores… En fin, efectos imaginarios en esta realidad.
—Pero esto no se convertirá en imaginario hasta que os arañe.
—Deja que siga: bordes con Irrealidad que me pueden mostrar por qué todo se perderá con el tiempo. Sabes que vengo del futuro, ¿no? Busco fronteras donde este mundo de ahora se distorsiona y deja de ser él, se convierte en otra cosa llena de máquinas y cosas negras. Me parece que, si esto no es un sueño, acabo de encontrar una.
—Rmrmrmrmrmrm… Me está embargando un ligero sopor. Oídme, ¿os apetece saltar hasta el muro? Resultaría enriquecedor para un ego agotado como el vuestro escuchar al perro de al lado discutiendo con sus garrapatas.
—Errr… no, me temo que esos ladrillos viejos no me sostendrán. Y el vecino tiene muy malas pulgas. Entonces… ¿no eres el único animal que habla por aquí?
—Dudosa descripción, la de animal. Sí. Bueno, no. Cuando alguien se amodorra como vos, no. ¿No escucháis ahora al pájaro de ahí arriba, lamentándose por un familiar fallecido?
—No, no me había dado cuenta, no estaba prestando atención…
—Al contrario, debéis no prestarla, no os vayáis a hacer daño.
—Estoy muy embotado. Me resulta difícil mantener la percepción de estas cosas.
—Es difícil. ¿A cuántos de vuestros vecinos habéis visto hablando con un gato alguna vez, mmm?
—No, pero yo soy… Ahora que lo dices, el del perro departe habitualmente con las fregonas o el césped, así que la verdad, no me extrañaría que no sólo yo…
—Eso es diferente, haced el favor.
—No te enfades.
—No me enfado. Es que creo que yo sí me he indigestado un poco y voy a vomitaros encima: haced el favor de apartar la mano.
—¿No puedes contenerte? Oye, ese pájaro de arriba está junto a la jaula del canario de mi esposa.
—Una información muy relevante en el contexto actual, sin duda.
—¿Cómo dices?
—Nada. Si realmente no me vais a ayudar con el vómito, casi mejor que me ausente.
—¡Espera! Tengo que escribir todo esto.
—¿Con ese lápiz sin punta?
—Es verdad. Bueno, tengo por aquí otro que…
—No os alteréis más. De todas formas pensaríais que lo escribisteis medio dormido y dudaríais de si ha sido Irrealidad o sólo un vulgar sueño.
—Pues tienes razón.
—Un efecto típico de la Puerta de la Duermevela, sí.
—En fin. Que pases una buena tarde entonces.
—¡Gracias! Aunque creo que esta indigestión me lo impedirá.
—Espero que se te pase.
—Miao. Muy amable. ¿Le presentaríais mis respetos a vuestra esposa? Oh. Y mencionadle de pasada, si no os importa, la posibilidad en el futuro de no engordar tanto a sus canarios. ¡Adiós!
© Copyright de Juan Antonio Fernández Madrigal para NGC 3660, Septiembre 2016