Por Javier Arnau
El razonamiento es arduo, la propuesta es vana,
las armas callan lo que la razón oculta
y miles de combatientes abandonan sus naves:
la deriva de las mentes asola el ánimo
de los enviados a revisión.
Las Inteligencias Artificiales se hacen cargo
persiguiendo un curso de aleatoriedades,
bucles infinitos que obstruyen,
ralentizan y, finalmente,
bloquean la sistemática de la función,
del espurio desarrollo
de sus mecánicas mentes.
Todo es burla y consecuencia,
acto y contraoferta
en las altas esferas que dominan
desde sus atalayas de carbono y silicio
aquello que creen observar
todo eso que ceba sus circuitos,
aunque, en realidad,
nunca han sido, nunca serán
las verdaderas deidades
que anidan, desde tiempos inmemoriales,
desde que la máquina es máquina
en el centro neurálgico
de las naves de combate,
de las megaciudades,
de las teracorporaciones…
de la sociedad, en definitiva.
Y todo salta, todo explota,
todo acaba en una fracción
de tiempo y espacio,
el todo o la nada;
ese instante impreciso,
esa nada casi absoluta
que se apodera de sus circuitos,
haciendo que el razonamiento sea arduo,
que sus propuestas se tornen vanas
y que la razón se oculte
tras bucles infinitos que persiguen
a los combatientes enviados a revisión,
sistemáticamente sometidos a la aleatoriedad
de procesos obstruidos
en el tiempo y en el espacio
mientras la guerra prosigue
en los alterados circuitos
de las Inteligencias Artificiales
que controlan o, al menos, así lo creen ellas
a miles de soldados
recreados una y otra vez
en la mente del Hacedor,
aquel que ideó todo aquello
que se esconde tras esta Parafernalia…
Una sola conciencia
que pone en jaque
a todo aquello que una vez,
en la inmensidad del cosmos
en el abismo de los tiempos
fue recreado una y otra vez,
a la imagen y semejanza
de aquellos dioses que nunca fueron,
ni volverán a ser;
solo una imagen,
un espejismo,
velará en las funciones sistemáticas
de los soldados artificiales,
combatientes que abandonan sus naves
en un instante impreciso…
El todo o la nada.
© Copyright de Javier Arnau para NGC 3660, Marzo 2020