Por Pily Barba
Me acerqué más a la imagen que reflejaba el espejo a fin de estudiar pupila a pupila la verde expresión de mi mirada. Desde hacía un mes aproximadamente, no era capaz de reconocer aquel reflejo como el mío propio, y cada vez que me ocurría, tenía la sensación de que era la primera vez que me enfrentaba a ello, aun cuando sabía, a ciencia cierta, que no era así.
Por ello, tembloroso, decidí acabar de una vez por todas con aquel mórbido estado interior y enfrentarme al mismo tiempo a ese enigma que me martirizaba. Así, volví a arrimarme al espejo y contemplé prácticamente boquiabierto ese cuerpo con el que había convivido durante toda mi vida, dándome cuenta, como en cada ocasión, de lo ajeno que me resultaba. Ahora tenía la extraña sensación de que, a pesar de hallarme dentro de él, en realidad era como si nunca me hubiera pertenecido, y aquello de sentirme fuera de mí mismo, me sobrecogió. Acto seguido mi mente comenzó a vagabundear frenéticamente, buscando alguna conexión, aunque mínima, con la imagen. ¡Dios, aquella sensación me asustaba tanto! Empecé a sentirme terriblemente solo, perdido, fuera de mí… exactamente igual que si acabaran de arrebatarme el derecho a ser yo mismo y ahora tan solo pudiera subsistir siendo un pobre espíritu errante; una simple presencia desprovista irracionalmente de mi cuerpo material.
Pero aun sintiéndome desfallecer, continué con aquella búsqueda para tratar de averiguar a través de la distante imagen, dónde estaba y quién era verdaderamente: cuál era mi lugar exacto en el mundo (ahora que no sabía ni quién era), y más aún, si verdaderamente tenía ya un papel que desempeñar dentro de aquel cuerpo.
Desgraciadamente, como venía ocurriéndome de un tiempo a esta parte, no encontré lo que buscaba. Tuve la impresión de estar ahogándome en algún lugar dentro de mi yo interior, y al otro lado del espejo, la imagen tenía la expresión del que está ahogándose también.
Me dirigí rápidamente hacia la habitación. Desde allí, rozando con mi cuerpo desnudo el marco de la puerta, contemplé inmóvil a Belinda, tendida en la cama con expresión complacida mientras respiraba levemente en brazos de Morfeo. Mi estómago quiso revolverse, pero logré contener las náuseas, si bien el sosiego que intenté encontrar en la presencia de mi amante, no se manifestó como esperaba.
Regresé al interior del cuarto de baño, pero en esta ocasión, cuando volví a situarme frente al espejo, vi una expresión en las pupilas reflejadas totalmente distinta: Esta vez se trataba de MÍ, del de siempre, DEL VERDADERO. ¡Gracias al cielo aún estaba allí aquél que había existido en un pasado! Ciertamente dudé volver a encontrarme… Pero entonces ocurrió, como la vez anterior, y la anterior, y la otra… fue como si aquel espectro que albergaba mi mirada de un tiempo a esta parte, se materializase delante mío, al otro lado del espejo; en su semblante una expresión reprobatoria, aunque tal vez se aproximaba más a la decepción. Entonces habló, utilizando un inquietante tono sibilino:
—¿Por qué lo hiciste, traidor? ¿Por qué cambiaste aquel hábito aun cuando sabías que significaba ir totalmente en contra de tus principios?
***
¿Qué sucede? ¿Dónde estoy? ¡Mierda! ¡Otra vez la misma pesadilla!
Miro los gigantescos números digitales del despertador. ¡Son las ocho de la mañana! Me levanto sigilosamente y me dirijo al cuarto de baño. Me miro en el espejo y… ¡Oh Dios! ¡No es una pesadilla! ¡Sigue ahí! ¡Sigue ahí! ¿Pero por qué no me deja en paz de una maldita vez? ¿Quién es? ¿Qué es? ¿Mi ego? ¡Mi ego! ¡Un momento…!
Oigo un ruido. Sin dejar de contemplar mi imagen, intuyo que algo se acerca tras de mí, lentamente. Por último, cuando ya casi empiezo a vislumbrar una silueta, descubro que ésta, mientras se materializa, no me asusta en absoluto. Resulta tan agradablemente familiar… Bien, se trata de una mujer; una preciosa mujer. Se despereza, me acaricia cariñosamente la cabeza. ¡Mmmm me gusta! Y ahora habla con otra figura que a su vez está tras ella. ¡Qué demonios…! Agudizo mi oído…
—Tú dirás lo que quieras, pero desde que le hemos cambiado a Raspas la comida enlatada por el pienso, su carácter ha cambiado. De acuerdo que ya no tendrá más problemas en su pobre vejiguita, pero es que ha cambiado tanto, Mariano. Ya no es el mismo minino juguetón de antes. Se ha vuelto solitario y melancólico, y me da mucha pena; ya ni siquiera hace caso a Belinda, ¡su Belinda!
—Pero mujer… —la segunda figura que, mientras realizaba su primer quehacer matutino, me ha dejado ver gentilmente que es un hombre, ahora besa el hombro de la mujer y después también me acaricia, ¡sobón! Decido bajarme del lavabo y saludar a mi amada—… ya sabes que es por su bien. En un año ha padecido dos veces cistitis y según el veterinario es por la comida. Ten paciencia, querida, ya verás como cuando acabe acostumbrándose a sus nuevos alimentos, vuelve a ser el mismo Raspas de antes… ¡y venga! —me vuelvo hacia ellos, ¡la está pellizcando el trasero!—, métete en la ducha y espabílate. Que como te prometí hoy estoy dispuesto a soportar un día entero de rebajas.
© Copyright de Pily Barba para NGC 3660, Octubre 2017