| Juan Manuel Sánchez-Villoldo | Las guerras del código | Ediciones Cívicas | | |||
| ISBN: 978-84-944466-8-9 | CF | 301 págs. | PVP: 16€ | Tamaño: 14*25 | 2016 | | |||
Entrevista realizada por José Jorquera SINOP En una pequeña comunidad de la América rural, los niños desarrollan una salvaje deformidad que hará de ellos asesinos monstruosos bautizados como coyotes. Tras un primer combate y aparente victoria, otro pueblo es atacado y todos los habitantes devorados. Julián Mozzi, superviviente de la primera batalla, es convocado para dirigir las operaciones de contención de este nuevo ataque. Pero esta no es una novela de zombies. No hay infecciones ni contagios. Puede que los coyotes sean la respuesta de la naturaleza al vaciado de especies, o quizás al orgullo del ser humano. Las guerras del código relata el conflicto entre el ser humano y la naturaleza, una batalla que se gesta en nuestro interior desde el origen de la vida. Ahí se esconden nuestros peores miedos.
Hace unos años escribí un relato titulado «Gottenwille» (La voluntad de Dios), para un concurso de autores noveles. Fue elegido y publicado en la antología Los albores del miedo de la mano de Dolmen Editorial. Lo cierto es que fue muy bien acogido, y mucha gente me señaló que «daba para más». Lo cierto es que era, en cierto modo, una especie de capítulo cero de Las guerras del código. Necesité un par de años más para darle forma, pero debo reconocer que fue muy divertido escribirlo. En cuanto a las influencias respecto al contenido, es una interpretación, muy libre, de algunas historias que me contaron amigos filipinos. Este es un país donde se cree mucho en lo sobrenatural, y eso incluye seres míticos y leyendas. El «aswang», del que se habla en la novela, es uno de esos seres del bosque, una criatura polimórfica que asalta los hogares por las noches para secuestrar a las mujeres, especialmente a las embarazadas para robarles los fetos. Los «tiyanak» son una especie de «niños vampiros» que habitan las selvas filipinas. Atraen a las personas con sus lloros o risas, y los devoran sin piedad. En ellos me inspiré para crear los «coyotes». ¿Qué va a encontrar el lector en tu obra? Recomiéndala. Hay un poco de todo. Por supuesto que la ciencia es parte de la historia, pero también lo es la superstición y la acción. En parte es un alegato contra la arrogancia del ser humano, muy cómodo en su rol de «cumbre de la creación», si se me permite expresarlo así. Las creencias, el dogmatismo, el desprecio por otras especies son elementos que están en la base de la historia. Por otro lado, es literatura de evasión. La ciencia ficción es una baraja llena de posibilidades, y eso es precisamente lo que se ofrece: una posibilidad, un «¿qué pasaría si?…». Cuando a Asimov le preguntaban cómo funcionaba un cerebro positrónico, contestaba: «No tengo ni idea». Salvando las diferencias navegables entre él y yo, debo contestar lo mismo. ¿Cómo funciona la x-telomerasa? ¡Yo qué sé! Creo que Las guerras del código, pueden ofrecer una buena dosis de entretenimiento, como escritor no aspiro a más. ¿Alguna influencia a destacar en este relato? ¡Muchas! Yo creo que la mayoría de los que nos dedicamos a escribir, tenemos un miedo medular a que se nos note demasiado en qué fuentes hemos bebido. Yo siempre me he declarado seguidor de los «bolsilibros» y creo que se me nota. Aquellos autores con los nombres americanizados eran en realidad directores de periódicos, ganadores de premiso de prestigio y, en definitiva, buenos escritores. Admito orgulloso que ellos me llevaron de la mano ante los Asimov, Clark, Robinson, Cherryh, Niven, Benford o Bradbury, por mencionar algunos. También fui un devorador de las series de la televisión de los sesenta-setenta. Las creaciones de Irwin Allen o Gerry Anderson, o la celebrada Star Trek de Rodenberry están grabadas a fuego en los pliegues de mis meninges. ¿Cómo fue el proceso hasta la edición de tu novela? ¿Cómo conseguiste que una editorial se interesase por tu trabajo? Supongo que nos ha pasado a todos. Terminas de escribir tu primera novela y te quedas mirando al techo mientras te preguntas: «¿Y ahora qué?». También supongo que todos hemos hecho lo mismo. Enviarla a media docena de sitios de los cuales al cabo de unos meses recibes, o bien una amable negativa, o bien la más absoluta indiferencia, lo que incluye que ni tan siquiera recibas acuse de recibo. En este caso no fue diferente, salvo que Ediciones Cívicas se interesó por la obra. Para mí ha sido un paseo, pero por desgracia tengo entendido que no todas las editoriales son así. Ediciones Cívicas se ha encargado de todo de principio a fin. Ten en cuenta que yo vivo en Filipinas, a 12.000 kilómetros. Pues bien, ¡ni eso les ha acobardado! Otras empresas hubieran dicho «quita, quita… Ya hay autores más cerca». El que me hayan seleccionado pese a dicho hándicap es muy de agradecer. ¿Tienes futuros proyectos? «¡Syempre!» como se dice aquí en Filipinas. En realidad trabajo en varias cosas a la vez. Cuando empecé con Las guerras del código tenía más de la mitad de mi segunda novela Bitatawa. En realidad debía ser la primera, porque cronológicamente es como empecé a escribirla, pero me ha llevado cuatro años. Es una novela de acción que ahora está en su «periplo escandinavo» por las editoriales. La que ha de ser mi tercera novela, de momento sin título, va por las 40.000 palabras, pero a la vez llevo casi 60.000 de la segunda parte de Las guerras del código, que de momento he titulado Los exiliados de la hélice. Sigo colaborando con algunas revista digitales, como Vuelo de cuervos, Ficción científica o NGC 3660 y tengo asegurada mi participación en un par de antologías; una de ellas saldrá hacia Navidad y la otra, si todo va bien, en abril, y aunque no puedo contar nada, estoy seguro de que va a gustar mucho. Además me ha supuesto un cambio de registro radical, y me he sentido muy cómodo escribiendo los relatos (son dos) pese al miedo que me daba al principio. Por otro lado, creo que Las guerras del código puede tener recorrido para una tercera novela, siendo todas ellas independientes entre sí. De todos modos no soy amigo de hacer «el cuento de la lechera». Si la primera parte sale bien y la segunda despierta interés… ¡Bueno, ya veremos! Os dejamos con el vídeo-presentación del propio autor. |
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PREMIOS RECIBIDOS
PREMIO IGNOTUS 2008:
Mejor cuento: La apertura Slagar
y mejor web
PREMIO IGNOTUS 2010:
Mejor web