Por Sara Martínez
Un dragón. Eso habría estado bien: desgarrarme épicamente en sus fauces. Ser engullido y arder, ya más despojo que hombre, en sus crueles entrañas de fuego. Un final con caché. Tan solo pedía eso. Un buen ogro… ¿Por qué no? Podría haberme pulverizado en sus fuertes manos, quebrando todos mis huesos. Un hechicero terrible, quizá un gran monstruo o un siniestro chamán caníbal. Una bruja temida en todo el reino. No sé… Se me ocurren millones de ideas. Una vez supe de un tipo que encontró un destino fatal en un zoo de yōkai. Más molón que eso, imposible. Una muerte deliciosa, elegante, con poso.
Los adorables duendecillos rasgan mi carne con sus dientecillos viciosos. Suspiro. Tenía la esperanza de palmar chulamente. Menudo fastidio.
© Copyright de Sara Martínez para NGC 3660, Noviembre 2019